Home Nuestra Palabra Prisciliano Gutiérrez ATACAR O ADULAR: HE AHÍ EL DILEMA.

ATACAR O ADULAR: HE AHÍ EL DILEMA.

0

“Entre dos extremos viciosos

se encuentra el virtuoso justo medio”.

 

Aristóteles.

 

Quien escribe en periódicos sin ser periodista, se expone de gratis a: divergencias razonadas, ataques anónimos, críticas con fundamento o sin él, ataques anónimos o amistosos (y por tanto inmerecidos) reconocimientos. “El que se lleva, se aguanta”, dice el viejo y conocido refrán.

 

Con un entrañable amigo y Maestro de la vida, para prepararnos en los avatares de la política realizábamos una serie de ejercicios para hacer que nuestra piel se tornara más gruesa e insensible que la de un elefante. Así entre copa y copa establecíamos reglas para un “inocente” pasatiempo lúdico (hoy que está de moda la palabreja). El juego consistía en decirnos las peores ofensas, sin límite alguno en las palabras, sin respeto a tradiciones, jerarquías o familia. Obviamente quien se enojaba perdía la caída y esperaba el desquite. Eran auténticas batallas campales, en donde en lugar de piquetes de ojos y otras marrullerías, existían verdades, medias verdades, mentiras, calumnias… siempre con la ´”magnánima” intención de reducir a su mínima expresión la autoestima del adversario. Actualmente, ambos somos inmunes a la extrema susceptibilidad o al síndrome del tabique (mareo por subirse a uno).

 

Cuando se ejerce la afición de escribir, escuchar opiniones es enriquecedor, se esté de acuerdo o no con ellas. Aún después de varios años, algunas críticas hacen reflexionar. A continuación menciono y comento las más comunes en mi caso: Primera:que evito poner nombres y apellidos a los destinatarios de mis artículos. Lo hago y lo seguiré haciendo, no por cobardía o falta de valor civil, sino porque la mayoría de mis selectos lectores los identifican; los que no, pueden tomarlos como personajes de ciencia ficción. Debo decir que algunos aludidos hasta acusan recibo.

 

Segunda: que utilizo palabras rebuscadas. Tal vez sea cierto;en todo caso es deliberado; me sale el complejo de Profesor. Considero que el uso del diccionario (en materia lingüística, las computadoras son poco confiables) no le hace mal a nadie. En este sentido, permítanme recordar a Don Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos (creador del culteranismo en el Siglo de Oro español). Cuando terminaba un escrito, preguntaba a sus ayudantes ¿Lo entienden? Si contestaban, sí, el pedante Profesor decía “Entonces lo voy a cambiar”. En lo general era oscuramente culto, aunque de repente, se volvía bastante claridoso como cuando escribió: “Todos los que parecen estúpidos, lo son y, además también lo son la mitad de los que no lo parecen”. En mi caso no creo que sea para tanto (Ni lo culterano ni lo estúpido).

 

Tercera: exceso de citas, sin poner referencias de pie de página. Efectivamente, espero que a alguien se le ocurra leer a alguno de los autores citados, para su propio crecimiento, o para tildarme de mentiroso y fatuo. Por otra parte, elogiar a mis amigos,lo hago y lo seguiré haciendo. Que los critiquen sus enemigos, es su chamba. Lo mío es pura “cuatitud”. Aceptaré todo tipo de recordatorios familiares cuando me vea lambiscón ante un extraño, para obtener o conservar un cargo público. No tengo vocación de plumífero mercenario.

 

Criticar de manera negativa es muy fácil y más cuando se trata del Gobierno o de algún funcionario en particular (de Presidente de la República para abajo). Se necesita más ética ciudadana para disentir, para ir en contra de la corriente, como lo hace la marabunta de pejezoombies y otras faunas por el estilo. Quede claro: siempre estaré del lado de las instituciones y a mis amigos los defenderé aunque sean indefendibles.Como hombre, como profesionista, como servidor público, una gracia que puedo dispensar a alguien se me olvida, un favor que recibo me pone en deuda para toda la vida. Jamás hablaré mal de mis benefactores.

 

En sentido opuesto,algunas páginas de diversos medios conservan evidencias de mis actitudes disidencia y, desde luego, los nombres y hechos que me ofenden directa o indirectamente. Cuando creo que me asiste la razón, la defiendosin importarme tamaño, ni jerarquía de mi adversario. Cuando algo no me gusta, lo digo sin ambages y lo firmo. Me encanta la polémica. Cuando tiro la piedra no escondo la mano.

 

La adulación y la traición son hermanas. Al redactar estas letras recordé un soneto que escribí hace ya varios años:

 

TRAICIÓN

 

Si traicionar es demostrar valor

De ser, entre el rebaño, diferente;

Si es saber navegar contracorriente

Me declaro culpable: ¡Soy traidor!

 

Y si es el pregonar que existe honor

Cuando se reconoce ante la gente

Una equivocación, humildemente,

Me declaro culpable: ¡Soy traidor!

 

Si un estigma me dan todos los días

Por no inmolarme en aras de un mesías,

Me declaro culpable: ¡Soy traidor!

 

Si es traición un abrazo sin rencor

A quien cruzo sus armas con las mías,

Me declaro culpable: ¡Soy traidor!

Noviembre, 2015.