Asocian festividad Otomí con calendario Prehispánico

A decir del experto, los asentamientos xajay —ubicados en las mesetas de los municipios hidalguenses de Tecozautla y Huichapan— guardan una orientación de 16-17°, como en Teotihuacan

 

En sus festividades católicas como las dedicadas a los santos Isidro y Santiago, los hñahñu de Querétaro e Hidalgo expresan una ritualidad coincidente con fenómenos solares y que puede estar vinculada a un bagaje cultural de raíz prehispánica, un saber calendárico que ha sido corroborado con investigaciones arqueoastronómicas en sitios de la llamada tradición xajay.

 

En los asentamientos prehispánicos de Zidada, Taxangu, Pahñú, Zethé y El Cerrito, los primeros localizados en el Valle del Mezquital, Hidalgo, y el último cercano a Querétaro, el arqueólogo Jaime Cedeño Nicolás, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), llevó a cabo un estudio con el objetivo de relacionar las orientaciones de algunas de sus estructuras con hechos astronómicos.

 

Las orientaciones identificadas por el arqueólogo en estos sitios, las cuales fueron publicadas en el estudio Espacio y tiempo en sociedades mesoamericanas. El caso de la Cultura de las Mesas, apuntan a los días de inicio del año mesoamericano (ubicado hacia el 12 de febrero), equinoccios y pasos cenitales, “lo que podría indicar un sistema o medio de control entre todos los sitios para el ciclo agrícola y el inicio de año”.

 

A decir del experto, los asentamientos xajay —ubicados en las mesetas de los municipios hidalguenses de Tecozautla y Huichapan— guardan una orientación de 16-17°, como en Teotihuacan, urbe de la que fueron contemporáneos en sus etapas tardías.

 

El Cerrito, en tanto, guarda una orientación totalmente distinta que —de comprobarse con otras investigaciones— podría hablar de la conmemoración de las posiciones extremas de Venus y en las que se enmarca la temporada de lluvias.

 

El esquema calendárico resultante sería el siguiente: “Comenzando el 12 de febrero transcurren 38 días hasta el 21 de marzo; 60 días más hasta el primer paso por el cenit el 20 de mayo, de aquí hasta el solsticio de verano transcurren 32 días y 32 más hasta el segundo paso cenital del Sol, el 23 de julio.

 

Lo interesante para el maestro Jaime Cedeño, fue comprobar que en su calendario de festividades católicas los otomíes manejaban un ciclo ritual coincidente de alguna manera con estos fenómenos solares.

 

Por ejemplo el 15 de mayo, día de San Isidro —el cual reviste importancia para los hñahñu— coincide con el primer paso del Sol por el cenit; y el de Santiago, que se celebra el 25 de julio, coincide con el segundo paso cenital del Sol. “Tales fenómenos mantuvieron un significado relevante posterior a la Conquista, de modo que el calendario prehispánico, mesoamericano, se resignificó con nuevos elementos”.

 

El arqueólogo concluyó que la coordinación espacio-tiempo en los sitios prehispánicos se vinculaba con el paisaje inmediato, de modo que “simbolizaba una relación entre el espacio geográfico con el asentamiento, en su idea de altépetl; no está ligada solamente a observar la alineación y el evento astronómico bonito, sino a encontrar el significado cultural de estas cosas y ver cuál era la funcionalidad práctica para estas sociedades”.

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