Así somos

DE CUERPO ENTERO

Como hormigas con baterías llenas, miles de jóvenes asumiendo: “un soldado en cada hijo te dio”, asumieron un rol protagónico y definitivo. Estoy convencido que el futuro de México puede ser halagüeño en la medida que este puñado de chavos encaminen su energía potente en acciones políticas, en presencia pública, en debates abiertos y en posiciones directivas,  para dejarnos soñar con una patria del primer mundo; que éstos demuestren que ya dejamos el estigma de la conquista, que pueden ser honestos y claros, que la trampa y marrullería se quede solo como un recuerdo propio de la clase política actual.

Después de la conquista sanguinaria que realizó Hernán Cortés sobre el pueblo Azteca, y que por cierto, dicho evento fue aderezado con un terrible terremoto, los mexicanos vilipendiados, sofocados y humillados, empezaron a tejer estrategias de venganza. Les habían quitado sus deidades sin escrúpulos, e impuesto por la fuerza nuevas creencias que no podían circular por sus mentes.
    Samuel Ramos, eminente sociólogo mexicano de la segunda mitad del siglo XX afirma: el mexicano inicia así una estructura mental de retador, tramposo y mentiroso.
Ante esta historia de sometimiento, el mexicano encuentra eco con sus pares, creando ambiente de solidaridad y hermandad que suele desde entonces demostrarlo con soltura en momentos de crisis. No hay ser humano más solidario que el compatriota, el que se quita la camisa por el vecino, y que acuña las frases: “donde comen dos comen tres o cuatro”, “ponle más agua a los frijoles” etcétera. Se trata de una solidaridad de clase, de homogeneidad; sin embargo, el ser tramposo, transa, buscar siempre la oportunidad de un beneficio, aflora a corto plazo.
Después del sismo del 19 de septiembre, brilló la ayuda desinteresada con vastedad y sin ambages; eran miles los aspirantes a rescatistas y miles los donadores, en igual número de centros de acopio. Los medios de comunicación buscando un oasis al dolor, no cejaban en ensalzar a los voluntarios, a las posibles víctimas que serían rescatadas en seguida, cómo Frida Sofía, aunque después se supiera que nunca existió.
Y que seguramente ni la Marina ni los comunicadores la inventaron, sino que fue producto de éste maremágnum de deseosos de hablar, de hacer notar su presencia y de estremecer al respetable público atrapado frente a la televisión. El deseo de ayudar permeó por todo el país, y de tal manera que hoy mismo la estrella de esta tragedia es una perrita salvadora.
Todo encaja en un pueblo ávido de cariño y de buenas noticias, la tierra con sus movimientos nos estaba cobrando muy cara la existencia como para no estremecerse y cooperar de inmediato; es más, los delincuentes seguramente también se formaron en los escombros buscando ayudar porque sus acciones declinaron significativamente.
Pero, todo pasa, y cuando los días van borrando la emoción, cada cual regresa a sus caminos, como dijera Serrat: vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas.
El recuento es ominoso: un carro que lleva víveres a Oaxaca es asaltado, la joven voluntaria ultrajada, robados y abandonados; el puesto de acopio de la UNAM en el estadio olímpico es abandonado por las autoridades de la casa máxima de estudios, porque llegaron truhanes que dicen se harán cargo de la colecta; los renteros en la ciudad de México ven su agosto en septiembre, al subir el precio de la renta un 300 por ciento ante la demanda y la poca oferta, y todos sin excepción cuestionamos ¿Dónde quedará la ayuda económica que fluye desde fuera y dentro de la patria? ¿Serán nuestros líderes políticos los administradores?, y como lava caliente todos pensamos: ya nos llevaron al baile.
Sería de una sencillez pasmosa el decir es que así somos, llamaradas que se apaga pronto. No, hoy creo que el temblor dejó ver lo que creíamos invisible: esa generación que se califica como la de los millennials, como la generación perdida y que solo apuesta a zambullirse permanentemente en las redes sociales.
Como hormigas con baterías llenas, miles de jóvenes asumiendo: “un soldado en cada hijo te dio”, asumieron un rol protagónico y definitivo. Estoy convencido que el futuro de México puede ser halagüeño en la medida que este puñado de chavos encaminen su energía potente en acciones políticas, en presencia pública, en debates abiertos y en posiciones directivas,  para dejarnos soñar con una patria del primer mundo; que éstos demuestren que ya dejamos el estigma de la conquista, que pueden ser honestos y claros, que la trampa y marrullería se quede solo como un recuerdo propio de la clase política actual.
 

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