A 10 días del estreno de “Big Brother”, ocho periodistas y seis “vloggers/viners” populares en México habitamos por dos días la casa en la que los verdaderos seleccionados vivirán durante tres meses. Sin celulares, tabletas, libros, libretas o cualquier cosa que conectara con el mundo real.
La primera noche fueron las presentaciones, hubo risas, bromas, pláticas y el primer reto que valdría una cena gourmet: pasar de un extremo a otro de una larga mesa sosteniendo sólo con la boca el contenido de varios platos: un pedazo de queso azul, un testículo de toro una lengua del mismo animal, un pescado, una manzana podrida y al final, una tripa larga.
La segunda noche, sabíamos que definitivamente no queríamos ni podríamos pasar ahí dos noches. Tres meses sería impensable. En cuanto a la casa, es bastante atractiva visualmente.
La puerta circular por la que entrarán y saldrán los concursantes arroja a un patio rectangular en el que hay una alberca con una resbaladilla rodeada de cactus. Ahí sobresalen micrófonos entre las espinas falsas.