Así, qué chiste

Así, qué chiste

LAGUNA DE VOCES

Amorosamente mira la mañana, el frío sin piedad que le apachurra los pulmones, le produce accesos de tos cada vez más agresivos, despiadados, que retumban en las catacumbas que son sus pulmones. Mira sus plantas que sembró en macetas coloridas en el pequeño balcón, que de otro modo nunca sirvió para nada, como no sea recordarle la intención que alguna vez tuvo de techarlo con cristal y así contar con un pequeño despacho dónde ponerse a escribir, a leer, a ver un pedazo de cielo mientras la vida caminaba, a su lado, lejana donde quiera que se hubiera ido.

Ni la pandemia le había lastimado tanto el pecho, aplazar para más y más semanas ir a correr al deportivo, respirar el aire fresco, pero nunca uno que, de tan helado, hasta costaba jalarlo y luego no sentir que cada pedazo de sus pulmones se achicaba, se escondía ante el filo de la bocanada plagada de cristales helados.

Estaba pues enfermo, igual que cientos y cientos de pachuqueños, que no dejaban de carraspear, toser de plano y poner los ojos vidriosos por el esfuerzo para echar fuera la flema verdosa, deveras repugnante, pero que les traía algo de sosiego en tanto llegaba un nuevo ataque que los dejaba encorvados, cansados de no poder vaciar los sacos llenos de algo pegajoso que empezaba a amenazar con cristalizarse, hacerse duro, y luego sabe Dios cómo podrían respirar.

Siempre le dijeron que era el mal de los mineros, que en la capital de Hidalgo hubo miles y miles, y que no era de gratis tanta sacadera de tierra llena de plata, oro, y quién sabe cuántos minerales metálicos, que se quedaron en el cielo, porque no había otro camino más que ese, el que dejó el cielo gris desde ese entonces, cuando los españoles y el tal Romero de Terreros, se hicieron ricos, millonarios, multimillonarios.

Así que no es solo el frío, sino la herencia, la maldita herencia que de ningún modo es de lingotes de oro y plata, sino polvo que abandonaron cuando acabaron de saquear las entrañas del suelo. Dejaron puro polvo inservible, al menos no útil para comprar cosas, sí para taponear cada hilito que lleva aire en los pulmones.

Al final resultamos ser de herederos de esos tiempos, y uno que otro se hubiera animado a tapizar los caminos para que una mujer llegara a sus brazos, pero comprobado que todo se quedaba guardado y bajo candado en los pulmones, ya no tuvo sentido alguno seguir con ese cuento.

Todos han empezado a toser, a expulsar una flema brillosa como el mercurio, con algunos puntos amarillos que resplandecen. Sí, es plata y es oro, pero peor, porque si algo sale es porque adentro está lleno. Asunto viable sería hacer autopsias a personas vivas, y de paso obtener la herencia para sus parientes. Pero no, eso es imposible.

El frío, cuando menos, sirvió para descubrir que sí, que efectivamente, somos los elegidos del mundo, al tener pulmones llenos de plata y oro. 

Pero, pues así, qué chiste.

Mil gracias, hasta mañana.

Mi Correo: jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

X: @JavierEPeralta

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