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Así abrió el Museo de Antropología

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Así abrió el Museo de Antropología
La actriz norteamericana Louise Glaum a un costado de la Piedra del Sol en lo que fuera el Museo Nacional. Foto: Archivo Histórico de El Universal.

(TEXTO Y FOTOS: AGENCIA EL UNIVERSAL).- En los años 60, México vivía un desarrollo económico, social y cultural conocido como el “milagro mexicano”. Este impulso en varios niveles llevó también a revalorizar la cultura nacional, así como a las poblaciones indígenas. Además del Museo Nacional de Antropología, en aquella década se inauguraron otros recintos culturales, como los museos del Virreinato, en Tepotzotlán, de Arte Moderno y el de Historia Natural, en la capital.

En 1964, después de los festejos patrios, la atención se centró, el 17 de septiembre, en la inauguración del Museo Nacional de Antropología e Historia, ubicado sobre Paseo de la Reforma. La primera plana de este diario destacaba el evento al que asistió el presidente Adolfo López Mateos, con el secretario de Educación, Jaime Torres Bodet, y otros miembros del gabinete.

En su discurso, el Ejecutivo señaló que el museo se erigía como un monumento en honor a las culturas de la época precolombina y resaltó que la obra estaba dedicada a ellos. “El México de hoy rinde homenaje al México indígena, en cuyo ejemplo reconoce características esenciales de su originalidad nacional”, agregó.

Desde su apertura, el Museo Nacional de Antropología resguarda una colección de objetos que reúnen características de la cosmovisión y vida cotidiana de los pueblos indígenas.

40 especialistas para el traslado de piezas arqueológicas

El reconocido arquitecto Pedro Ramírez Vázquez fue director de la construcción del impresionante museo, mientras que el doctor Ignacio Bernal fue nombrado director del lugar. El también arquitecto del Estadio Azteca recalcó que el museo fue proyectado y realizado por “manos mexicanas”.

El recinto tiene un área descubierta y otra pavimentada, además de estacionamiento y otro espacio de jardinería al exterior. Las zonas de exposición de la planta baja se destinaron a las salas de arqueología. Pedro Ramírez Vázquez relató que al coordinar la obra se necesitó asesoría científica de 40 especialistas para trasladar piezas arqueológicas desde varias regiones del país, entre ellas, el monolito de Coatlinchán, cuyo peso es de 168 toneladas, por lo que fueron capacitados más de 200 trabajadores.

Además de las salas de exhibición, el museo tiene talleres, laboratorios, bodegas, un estudio y gabinetes de investigación, sala de exposiciones temporales, auditorio y una biblioteca con 250 mil volúmenes. El arquitecto Ramírez Vázquez detalló que se preocupó por conservar los valores prehispánicos y se utilizaron los adelantos de la técnica contemporánea junto con artesanías.

Parte de la identidad nacional quedó plasmada en los mármoles de Santo Tomás, Puebla; el mármol oscuro de Tepeaca; adoquines de maderas tropicales y muros de cedro y caoba. La construcción mantuvo siempre la intención de conservar los valores prehispánicos.

La finalidad de que el museo se erigiera en la capital del país fue para enaltecer a la provincia mexicana y mostrarla tanto a visitantes nacionales como extranjeros. Para ello, se exhiben ejemplos de cada región. En la construcción participaron técnicos y artesanos de distintos estados, que plasmaron parte de sus tradiciones y costumbres en la obra, que “la sentimos orgullosamente nacional”, agregó el arquitecto.

El museo conserva obras que son una apología de la muerte, así como tesoros de Cuauhtémoc, “los tesoros que no entregó están representados aquí”, dijo emocionado en su discurso el distinguido arquitecto mexicano.

Calificado como el museo más avanzado del mundo

Aquel día llegaron invitados de honor del extranjero. “El Museo Nacional de Antropología e Historia está 20 años más avanzado que cualquier museo del mundo”, dijo el entonces subdirector del Metropolitan Museum of Art de Nueva York, profesor Dudley Tate Easby Jr.