Home Nuestra Palabra Arrogancia y demagogia

Arrogancia y demagogia

0

Conciencia Ciudadana

“El niño dios te escrituró un establo
Y los veneros de petróleo, el diablo”.
Suave patria, Manuel López Velarde

“Serenidad y paciencia”, como decía Kalimán al pequeño y siempre asustadizo Solín, su compañero eterno de aventuras que  deleitaran a varias generaciones de mexicanos en  tiempos en que un dólar valía 12.50 pesos, el litro de gasolina 80 centavos; quien buscaba trabajo lo encontraba; los niños crecíamos jugando en las calles felices de ir a la escuela de ocho a una sin cargar mochilas con 30 kilos de peso como los de hoy; mientras  nuestros papás podían mantener modestamente a la familia entera con su salario a la par que las mamás vendían chambritas alzando lo de su venta  sobre la puerta “pa lo que pudiera necesitarse”.
La añoranza viene a cuento porque me pongo a pensar que los males de hoy son consecuencia de los errores del pasado, cuando nuestros gobernantes nos hicieron creer que aquella forma de vida era atrasada, improductiva y mediocre y que los mexicanos debíamos cambiar de mentalidad y unirnos a los triunfadores, engatusándonos para aceptar entrar “al Tratado sin miedo” ¿O ya no se acuerdan ustedes?
Antes del TLC, México ya tenía problemas económicos, pero éstos aumentaron cuando José López Portillo decidió que  nuestro futuro estaba en vender el petróleo en el mercado internacional; porque asómbrese si no lo sabe y  haga memoria si lo sabía: PEMEX no vendía un solo barril de petróleo al extranjero; destinando toda su producción al consumo interno, lo que permitió el crecimiento sostenido de nuestra economía durante varios decenios y, en consecuencia, que nuestros papás mantuvieran con un sueldo  a la familia, las mamás hicieran su alzadito vendiendo chambritas y nosotros marcháramos a la escuela tranquilos y contentos con una mochila ligera  y no las que agobian a los chamacos de hoy en día.
¿Era aquello un paraíso? Por supuesto que no, pero el razonamiento no era equivocado: para progresar, se requería trabajar duro y defender y administrar sabiamente nuestros recursos y no andar malbaratando la herencia para luego dilapidarla. Así no se pensaba entonces, aunque ya se viniera gestando el cambio; porque a partir de que el gobierno nacional decidió cambiar nuestros tesoros por espejitos, la cosa se fue poniendo cada vez más fea.
Hoy, después de haber puesto en manos extranjeras la industria energética colocando a PEMEX en camino de la quiebra y privando con ello a México de su principal fuente de riqueza, Enrique Peña Nieto ve derrumbarse ante sí el modelo económico sostenido por los gobiernos que le antecedieron desde Salinas a la fecha, y con ello, digámoslo sin rodeos, la posibilidad de que seguir conduciendo el país.
Sin resolver aún el gasolinazo y otros conflictos, el gobierno de Peña Nieto se ve expuesto a un arrogante Trump que sabe que México se encuentra en la peor posición para defenderse de sus agresiones.
En respuesta, la presidencia mexicana, sus voceros y replicadores, pretenden que la población se les una para hacer frente a Washington, mediante el viejo recurso de inflamar el patriotismo popular con  alardes de firmeza que ellos bien saben no pararán a un Trump decidido a darle buenos negocios y trabajo a sus propios paisanos y no a los nuestros.
Pero la estrategia mexicana pretende sacar raja mayor utilizando el conflicto para desinflar las protestas sociales; recuperar el liderazgo perdido y prevenir el fracaso de la alianza pri-pan-prd en las elecciones de éste año y las de 2018; porque, la mera verdad, para que Trump se eche atrás en sus decisiones está difícil, dado la popularidad que le están acarreando.
En tanto, sin una reacción colectiva enérgica e inmediata, a los mexicanos sólo parece quedarnos la vía de esperar las elecciones del 2018 para evitar el desastre, porque nuestros mecanismos constitucionales no contemplan la remoción de un presidente imposibilitado para seguir conduciendo al país con los márgenes de operación como los que cuenta Peña Nieto. Pende en tanto el peligro de la crispación social y la tentación de remediar la situación con la mano dura.
Mientras eso sucede, la suerte de México se está decidiendo en Washington y no en Los Pinos, como lo demostró la orden firmada por Trump para construir su muralla mientras Videgaray lo esperaba en la antesala para rogarle que no lo hiciera, obligando a Peña a una declaración que finge ser enérgica, pero que más bien nos deja sumidos en la desazón y la espera del nuevo manotazo del oso gringo.
¿Cuál será la respuesta de la conciencia ciudadana? Creo que no tardaremos en saberlo. Serenidad y paciencia.
MIENTRAS TANTO, SEGUIREMOS INSISTIENDO QUE VIVOS SE LOS LLEVARON Y VIVOS LOS QUEREMOS, A TODOS.