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Árbol muerto desaparecido

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Árbol muerto desaparecido

LAGUNA DE VOCES

Pedazo a pedazo, el árbol muerto fue desmoronado, cortado a pedazos, porque luego de una larguísima espera, los jardineros del parque concluyeron que no tenía remedio, que era un cadáver desde hace por lo menos un año, y que dejarlo, solo propiciaría que la plaga que le comió las ganas de vivir, infectara a otros que apenas crecen con tanto abandono en la pandemia, aunque eso sí, una decisión a toda prueba para sobrevivir.

Pero siempre es triste que en la pequeña pista que rodea al deportivo municipal de Piracantos, desaparezca un personaje como ese gigante de manos delgadísimas y un rostro cenizo, que ya no tuvo oportunidad de cambiar por uno lleno de hojas verdes. Estaba muerto y esa es una realidad, que, aunque amarga, habla de la vida misma, su carácter efímero de naturaleza, su don único para terminar con todo sin aviso de por medio. Y se va entonces la gloria, si se tuvo, la vanidad y soberbia que tanto gusta cebarse sobre los mortales más simples pero complicados.

Así que el trabajo fue hecho con exactitud de cirujano, en pequeños troncos que caían uno a uno, con la facilidad que otorga ser un cadáver por dentro, polvo añejado y protegido por una corteza que solo era fuerte de apariencia.

Algunos, en estos tiempos en que hay que dar testimonio gráfico de todo, con celulares en ristre se dieron a la tarea de hacer el video del árbol triste que se extinguía paso a paso, casi ceremonialmente, casi un entierro que nunca tuvo.

Absurdo sería decir que la tristeza embargó a todos los presentes, porque no fue así. La mayoría continuaron en sus tareas diarias de hacer ejercicio por salud, por quererse ver bien aun cuando la edad ha dictaminado que eso ya nunca sucederá, no hay remedio; pero luego entonces por la salud, para que no caigan de pronto igual que las ramas del fantasmal árbol y nadie los pueda levantar.

Lógico es decir que una cosa llevó a la otra. Es decir que el desembalaje del difunto hizo pensar a muchos de los corredores matutinos, de los que hacen fútbol con el sueño de ser estrellas y millonarios, de los que pulen el músculo para lucirlo a la menor provocación, sin camisa por supuesto. Los hizo pensar que después de todo esto resulta tan fugaz, tan dramáticamente rápido, que cuidarse para no morir cuando de por sí ya se vivió de más, resulta una verdadera tontería.

Sin embargo, igual que todo, ese pensamiento pesimista resultó aún más fugaz que la vida del árbol, del que nadie dio por cierto información alguna de su año de nacimiento, su época de esplendor, aunque se despertó la sospecha que siempre había sido un esqueleto con puro polvo de madera en su interior. Vaya pues, un árbol títere sin vida, sin ninguna gracia que requiriera algún tratamiento de urgencia para salvarle la vida.

Así que cuando el último pedazo fue subido a la parihuela, algunos incluso manifestaron que se veía mejor el cielo que luego estorbaban para mirar esas patas de araña que eran los brazos del doblemente difunto árbol.

En la última vuelta a la pista del deportivo municipal ya no estaba. A lo mejor nunca estuvo. Conocemos a muchos en la existencia que cuando se van, juramos que nunca se fueron porque nunca estuvieron en ninguna parte.

Sucede a veces.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

@JavierEPeralta