A sus 53 años, el nueve jefe de comunicación de la Casa Blanca, Anthony Scaramucci, se ha estrenado en el cargo negando la mayor: no hay “tensiones internas” en el seno del Gobierno, ha asegurado.

Una declaración que podría haber resultado creíble si su nombramiento no hubiese provocado un terremoto en Washington con la renuncia del Sean Spicer, el secretario de Prensa de la Administración Trump.

El puesto que acaba de ocupar este financiero, uno de los grandes valedores de Trump, estaba vacante desde que el pasado mayo su antecesor, Mike Dubke, renunciara a él tan sólo tras tres meses en el cargo. Spicer se ocupaba hasta el momento de su dirección.

Es la primera vez que Scaramucci, quien sirvió fielmente en la campaña del presidente, se va a desempeñar en un cargo de comunicación. Destacado donante republicano, fundador de una empresa de inversión, durante la campaña apareció en numerosas ocasiones en televisión defendiendo a Trump. Tiene nula experiencia en el gobierno y ante sí la difícil labor de dar coherencia al mensaje oficial como director de comunicación.

Desde noviembre pasado formaba parte de un comité de transición de dieciséis personas, junto con los tres hijos del magnate y su yerno Jared Kushner. Con este perfil, no resulta extraño saber que su carrera política se ha centrado, sobre todo, en la recaudación de fondos para el partido.