
ALFIL NEGRO
Y un día será uno de enero
pero del año tres mil,
y ninguno de nosotros
estará presente,
porque nuestros días y meses
son cortos y pequeños,
hojas de hierba apenas
que el tiempo seca y mata.
Y en esa fecha lejana y misteriosa
¿Alguien se acordará de nuestro nombre?
¿Sabrá lo que fuimos
y lo que hicimos?
¿A alguien le interesará
los sueños que vivimos,
la emoción que sentíamos
al oír correr el aire
y ver caer la lluvia?
Para el año tres mil
nadie sabrá tu nombre,
ni el de ella, ni el de él,
y si había algún letrero,
lápida de dolor,
ya habrá sido deshecha
polvo y polvo no más,
y nadie lo aseguro
sabrá que aquí vivimos
lloramos y reímos,
caminamos las calles
paseamos en las plazas
y mucha, mucha gente,
que conocían los nombres,
se habrán ido también.
Nadie sabrá es un hecho
los libros que leíamos,
lo hermosa de la esposa,
la emoción de los hijos,
y quizá nuestra casa
que tanto nos gustaba,
no exista nunca más.
El tiempo todo vence,
nueve siglos después
de este año que vivimos,
ya nada será igual.
El futuro tendrá rostro
distinto del de ahora,
los caminos, sorpresas,
el cielo con mil cosas,
ni se diga en salud.
En las calles o plazas,
estatuas de los héroes
de esos tiempos sin par,
y a lo mejor persistan
gigantes como César,
Platón, Einstein u Homero,
para decirle al hombre
que viene de la estrella,
y que aunque todo cambie
hay algo que es eterno,
la bondad y el amor.
Los principios se quedan
porque eso nos define
en seres racionales,
de luz y de esplendor.
Pero de usted, de ellos,
de nosotros que hablamos,
pasados nueve siglos
en el año tres mil,
casi seguramente
si escuchan nuestros nombres
no sepan quiénes fuimos,
por dónde caminamos,
qué canciones cantamos,
por qué fue que lloramos,
porque no fue en su tiempo
cuando esto sucedió.
Apenas una piedra
que al caer en el agua
crea ondas que se mueven
y después, todo igual.
Tenemos paso breve,
apenas una raya
en el mar de la vida,
que se nota un instante,
se borra y nada más.
Un rato nos recuerdan
y después nuestros nombres
y todos los recuerdos
se borran y se van.
Por eso en el espacio
de vida que nos toque,
ahí dejemos huella
de amor por la familia,
lealtad con los amigos,
dolor por los que marchan
y ya no nos vemos más.
Qué importa que allá lejos
en el año tres mil,
nadie sepa tu nombre,
si a los que más queremos
lo saben y lo viven
con amor y pasión.