
RELATOS DE VIDA
Todavía era temprano, había luz en la calle y faltaban varias horas para concluir el día, Hugo, decidió salir de su casa a dar una vuelta, vivía con una amiga desde hace un par de años, y habitualmente pasaban toda la tarde juntos, pero ese día un compromiso laboral la ausentó del hogar.
El jovencito de escasos 24 años, no estaba acostumbrado a salir solo, y probablemente sus gestos y muecas de desconfianza hacia todo aquel que pasara cerca lo delataron.
Caminó con la mirada perdida, sin rumbo, no estaba acostumbrado a caminar teniendo como única compañía sus pensamientos y miedos, y cuando se dio cuenta de la hora y que desconocía el lugar en el que se encontraba, el temor se apoderó de él.
La cara de espantado que presentaba le impedía recibir respuesta de los peatones al preguntarles ¿dónde estaba?, muchos de ellos se alejaban posiblemente pensando que estaba drogado o que era un delincuente.
Después de mucho insistir, por fin alguien le respondió, seguido de un ¿necesitas ayuda?, el cuestionamiento lo hizo romper en llanto, y entre balbuceos pidió indicaciones para regresar a su casa.
El buen samaritano no solo le explicó, también lo acompañó a su destino para darle confianza y protección, pues faltaba poco para que fuera media noche; en el trayecto platicaron de su vida, incluso algunos secretos, la conversación fluyó tanto que hubo un “clic” casi instantáneo.
El tiempo transcurrió tan rápido que Hugo apenas se percató que estaban frente a la puerta de su casa, y lamentaba que la travesía acabara, agradeció el apoyo de su acompañante y antes de despedirse un impulso lo llevó a robarle un beso.
Al separar sus labios y darse cuenta de lo que había hecho, intentó pedir disculpas, pero fue interrumpido con otro beso, el atrevimiento de ambos siguió con una larga noche de plática y risas en la casa del jovencito temeroso.