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AMIGOS O ENEMIGOS ¿QUIENES SON MEJORES?

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 “Los hombres están más dispuestos a devolver una injuria
que un beneficio, porque la gratitud es una carga,
mientras que la venganza es un placer”.

Tácito.

Hay temas que no se agotan ni pierden actualidad, por más que se escriba de ellos.  No hay en el mundo tinta suficiente para alimentar las plumas que, desde tiempos inmemoriales, los abordan y las que lo harán en el futuro.  La amistad es uno de ellos.

Todos somos actores, activos o pasivos, en los escenarios de la traición.  Grande o pequeña, nos acompaña siempre, por el simple hecho de existir como entes susceptibles de dar o recibir la gracia de la amistad ¿Valor o antivalor?  Esa es la cuestión.

Negar una relación amistosa (como intercambio recíproco de gracias) es tan común que, cuando alguien la experimenta, se pregunta con filosófico dolor: “¿Por qué me ataca?  Jamás le hice un favor”.  Voltaire imploraba a Dios: “Señor, protégeme de mis amigos, que de mis enemigos me protejo yo mismo”.  Luis XIV meditaba: “Cada vez que asigno un puesto vacante, genero cien inconformes y un ingrato”.

Greene relata una anécdota acaecida allá por el siglo IX a.C. en el Imperio Bizantino (cito libremente): A un joven de la nobleza, por razones fortuitas un mancebo plebeyo le salvó la vida.  Un día, el aristócrata ascendió al trono; desde ahí, colmó a su camarada de favores y dones de fortuna.  El compromiso moral y afectivo del monarca lo llevó a prodigarse en exceso, de tal manera que su protegido acumuló más poder y dinero que él mismo.  Un día, en tiempos de necesidad, el soberano pidió apoyo a su amigo, quien con gran soberbia se lo negó.  No contento con eso, el gran traidor, perseveró hasta derrocar a su antiguo bienhechor y lucir su cabeza clavada en una pica, como macabro galardón, al cabalgar triunfalmente por la ciudad.

La autoestima en los seres humanos, nos lleva a aceptar favores, a sentir gratitud por un tiempo generalmente corto.  Después, consideramos que fue nuestro mérito y no la amistad, el motivo de la decisión.  Las lealtades no duran para siempre.

Cuentan que un brahamán ofreció sus servicios como arquero a quien fue su amigo en un tiempo y ahora era el rey: ¡Reconóceme, soy tu amigo! Dijo al monarca.  Éste le contestó: “fui tu amigo, mi buen brahamán, porque ello servía a mis fines.  Ningún pobre es amigo del rico, ningún tonto es amigo del sabio, ningún cobarde es amigo del valiente…  Un amigo del pasado ¿Quién lo necesita? Son dos individuos de cunas similares quienes se unen en amistad o en matrimonio y no un rico y un pobre…  Un amigo del pasado ¿Quién lo necesita?”.

Maquiavelo recomendaba: “Un Príncipe sabio debe fomentar, astutamente, cierto grado de enemistad entre sus colaboradores a fin de, incrementar su grandeza al suprimirla.  Para gobernar un Estado, es preferible recurrir a aquellos que en algún tiempo fueron nuestros adversarios, que a los hombres de confianza”.

Los amigos siempre son pródigos en coincidencias con el hombre (o mujer) que les otorga una posición relevante: celebran sus chistes, alaban su inteligencia, elogian su buen gusto en el vestir, aman sus palabras, imitan sus modales y se declaran leales hasta la ignominia.  Quizás sean sinceros… pero, no siempre.

Cuando alguien decide llamar a un amigo, como colaborador, poco a poco descubrirá facetas que esta persona mantiene cuidadosamente ocultas pero, consecuencia lógica, también confesará por exceso de cariño y confianza, sus propias debilidades hasta hacerse, sin querer, proclive al chantaje y a la manipulación, bajo la amenaza (expresa o tácita) de divulgar facetas de una historia personal, no siempre inmaculada y aún de tejer altas traiciones contra el poder, la familia, el patrimonio o la propia vida de su bienhechor.  A Cristo lo traicionó Judas Iscariote, uno de sus discípulos predilectos; a Julio César, Bruto, a quien el Emperador amaba como a su propio hijo.

Cuando una relación afectiva, se vuelve laboral, tiene gran riesgo de acumular heridas paulatinamente, hasta hacerlas de imposible reparación.  En la amistad suele incubarse el virus del odio.

A manera de conclusión debo decir que el hombre (o mujer) de poder da la bienvenida al conflicto, y utiliza a sus enemigos para afianzar su fama de firme luchador, digno de confianza en tiempos de incertidumbre.

Sirva para ilustrar lo anterior el siguiente soneto, como siempre, pletórico de sanos consejos:

Los amigos carecen de memoria,
Mérito llaman a lo que es favor,
Su envidia disimulan con “candor”,
Al saber los secretos de tu historia.

Si ambicionas poder, si quieres gloria,
Evita la amistad, mata el amor.
No tengas compasión ante el dolor
Y nunca seas esclavo de la euforia.

Cultiva poco a poco un enemigo,
Nunca te hará, de adulaciones reo.
Si no lo haces así, tendrás castigo:

Por generoso, en tu futuro veo
Tu cabeza a manera de trofeo
Ensartada en la pica de tu amigo.

Abril, 2017.