Historias de Buró
Todas las noches era lo mismo, Carmen recibía a su marido con un poco de cena que había preparado a lo largo de la tarde; las gorditas, los frijoles, arroz o cualquier alimento que no sobrepasara los 50 pesos de gasto diario que le entregaba Enrique.
Esa noche había anochecido y él no llegaba de su trabajo, la fábrica de ropa en donde laboraba quedaba a pocas cuadras de su casa por lo que preocupada decidió salir a buscarlo, llevando de compañero y guardián al viejo perro de Enrique que custodiaba la casa.
Fue de ida y vuelta y aunque Enrique no acostumbraba tomar recorrió algunas cantinas en su búsqueda sin resultado. Una vez que emprendió el camino de vuelta a casa lo vio, ahí bajo una vieja lámpara cuya luz apenas alumbraba el camino a los paseantes. Detenido con el poste abrazaba y besaba a una mujer de edad más joven que ella.
Sin ser escuchada se acercó a los amantes, tocó el brazo de su marido para llamar su atención y éste sorpresivamente se despegó de la otra mujer quien sin entender se retiró unos pasos para comprender lo que estaba por presenciar.
Con agilidad, Carmen le quitó la mochila a Enrique donde llevaba el dinero de la quincena, los viejos trastes que ocupaba para llevar su comida y las herramientas de trabajo; se la colgó y se despidió de la pareja.
Sin entender lo que pasaba Enrique la miró marcharse sin el menor sentimiento de rencor, no obstante a una cuadra, donde la luz iluminaba más que donde él estaba, la vio detenerse, meter las manos al interior de la mochila y sacar algo pequeño.
Con su viejo deshebrador que ocupaba en la fábrica, apuñaló al animal que en todo momento la acompañaba, Enrique corrió mientras su mascota chillaba de dolor, cuando por fin llegó a su lado ya estaba muerto y Carmen se alejó del lugar tranquilamente.