Almagro y el “requiéscat in pace” a la OEA

El miércoles pasado pudimos ver un vergonzoso capÍtulo más de servilismo de un diplomático latinoamericano al servicio de las fuerzas retrógradas del continente americano. Desde hace tiempo numerosos gobiernos de América Latina han insistido en la necesidad de disolver la Organización de Estados Americanos (OEA), por sólo servir a los intereses de los Estados Unidos y no a los de los países del continente.

 

 

En 1982, durante la guerra de las Malvinas, la cual enfrentó a Argentina y con Inglaterra, los Estados Unidos no sólo se negaron a activar el Tratado Interamericano de Protección Recíproca (TIAR), sino que proporcionó apoyo logístico e información a uno de sus principales socios, volteando la espalda a Argentina y al continente, que era agredida por una potencia extra regional; pero tampoco se sancionó al gobierno de Pinochet, que apoyó también a Inglaterra.

 

Pero lo más absurdo y provocador por parte de los Estados Unidos es que, sin haberse adherido a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA, usa ese tema para cuestionar a los gobiernos de los países de América Latina y el Caribe e imponer sus intereses.

 

De este modo, la OEA se ha convertido en un instrumento de control de los países latinoamericanos al servicio de los Estados Unidos. Organismo que ha quedado rebasado con el nacimiento de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en 2011, que integra a todos los países de América Latina y el Caribe, sin la presencia de los Estados Unidos y Canadá.

 

Frente al avance logrado por los gobiernos progresista del subcontinente en los últimos años, los Estados Unidos necesitaban revitalizar a la OEA y retomar el control. Ha sido así como con la llegada del nuevo Secretario General de ese organismo, el Uruguayo Luis Almagro, el titiritero, los Estados Unidos, han pretendido revivir a la OEA y mover los hilos de su títere, Almagro, para concretar sus fines.

 

Lamentablemente para los Estados Unidos, eligieron mal, resultó tan burdo el Secretario General de la OEA como los generales que impusieron los Estados Unidos en los diferentes países en los años de dictaduras en América Latina. Burdo, sin modales ni tino con el protocolo de la OEA, sin respeto por los representantes de los países en el organismo multilateral regional, como un dictador más ha tratado de imponer su voluntad y calificar a los gobiernos latinoamericanos, decidiendo quiénes son democráticos y quiénes no, quiénes pueden continuar y quiénes deberían dejar el poder; al menos eso ha dejado entrever de sus juicios sobre Venezuela y su gobierno y su comportamiento en la dirección de las sesiones de la Asamblea Permanente del organismo.

 

Al igual que sucede en México, donde el gobierno actual fue elegido por menos del 40% del total de los electores y existen cuestionamientos al Poder Ejecutivo frente a los diferentes problemas. En el caso de Venezuela, la oposición no ha dejado de cuestionar al gobierno de Nicolás Maduro, pasando de los cuestionamientos a la acción al sabotear la economía, ocultar los productos para no venderlos y hacer ver internacionalmente una situación de penuria en ese país.

 

A la par de ello, la oposición ha organizado las “Guarimbas”, grupos de personas pagadas para provocar desorden y agredir a manifestantes y policías; a tal grado que en las últimas semanas en los medios europeos se habla de que Venezuela está al borde de la guerra civil. Precisamente, esa es la imagen que pretende crear internacionalmente la oposición en Venezuela, un país sin gobernabilidad, hundido en la anarquía y el caos.

 

La misma historia de Brasil, sólo que con otros medios. Recordemos las manifestaciones organizadas en 2015 en contra del gobierno de Dilma Rousseff, las cuales escondían la mano negra de la corrupción que pretendía crear ese ambiente de ingobernabilidad y de crisis, todo para ocultar a los corruptos y evitar los procesos judiciales en su contra; sobre todo, porque formaban parte del senado y de la Cámara de Diputados, o bien, porque formaban parte del gobierno dentro de la coalición de fuerzas políticas que llevó al poder a Rousseff, como fue el caso el presidente interino, Michel Temer.

 

Sin embargo, mientras en Brasil hoy tenemos a los corruptos gobernando y haciendo lo imposible para que la presidenta legítima no regrese a gobernar, sin que la OEA y Almagro condenen esa “violación colectiva” a la democracia brasileña; en Venezuela, la oposición que controla la Asamblea Nacional ha arreciado sus enfrentamientos con el gobierno del presidente Nicolás Maduro, al cual no quieren ver al frente del gobierno.

 

La radicalización de los enfrentamientos ha pasado de los sabotajes a la economía y de los enfrentamientos callejeros a solicitar la intervención de la OEA y militar de los Estados Unidos para echar a Maduro. Para ello, han agotado todos los recursos, incluso, aunque el tiempo se agotó en enero de este años para llevar a cabo un referéndum revocatorio, establecido legalmente en ese país desde 1999, han procedido a exigirlo recabando firmas fraudulentas de electores para ello, inventadas y llenas de errores que evidencian su desesperación.

 

Pero esos no han sido todos los recursos de la oposición venezolana, el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Henry Ramos Allup, de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) que agrupa a la oposición, ante la incapacidad de ver caer a Maduro, ha pedido a la OEA su intervención.

 

Es en ese contexto que Luis Almagro ha invocado la aplicación de la Carta Democrática contra Venezuela, acusando al gobierno de Maduro de estar al borde de la ilegitimidad y romper con la institucionalidad democrática, extralimitándose en sus juicios y decisiones, olvidando que él está ahí por la voluntad de los gobiernos que lo han colocado en esa posición, quienes pagan los más de 20 mil dólares mensuales de su sueldo con dinero proveniente de los países miembros,   al señalar que “la crisis institucional de Venezuela demanda cambios inmediatos en las acciones del Poder Ejecutivo…a riesgo de caer en forma inmediata en una situación de ilegitimidad” y exigiendo la realización del referéndum revocatorio de mandato, él y otros países que no tienen esa figura dentro de su Constitución. Recordemos que sólo Venezuela, Ecuador y Bolivia la tienen.

 

El miércoles, en la reunión de los 34 países de la OEA convocada par analizar la situación de Venezuela y conocer un informe que Almagro había hecho a modo, pese a que no era su plan original de Almagro, los países decidieron aprobar por consenso una declaración que llama al diálogo a la oposición y al gobierno de Maduro, un acuerdo conciliador que se ajusta al principio de no intervención en los asuntos internos de los países, luego de diez horas de negociaciones.

 

Durante la sesión, Almagro se creyó por un momento dueño del mundo, el Comandante en Jefe de América, dejó el protocolo en las gavetas de su escritorio. Al final, el secretario general de la OEA no asistió a la reunión, mostrando que los que se discutía ahí no era  su propuesta y en su lugar estuvo  su jefe de gabinete, Gonzalo Koncke, a quien el presidente del Consejo Permanente, el representante de Argentina, embajador Juan José Arcuri, negó la palabra al concluir la sesión, en un desaire nunca antes visto.

 

Pero Almagro no se salvó de que más de uno de los representantes permanentes lo pusiera en su lugar y le recordaran cuáles eran sus funciones y para qué estaba ahí, a quiénes servía y cuál debía ser su comportamiento. Los representantes de San Vicente y las Granadinas, Dominica, Nicaragua y Ecuador se lo recordaron, pero también otros representantes con más sutileza y apegados al protocolo. De tal manera que al final, lo mejor que pudo hacer Almagro es presentar su renuncia y lo mejor que pudieron hacer los presidentes, a través de sus representantes, hubiera sido pedir su renuncia.

 

La Canciller de Venezuela, Delcy Rodríguez, en sus declaraciones del miércoles y de ayer jueves, refrendó la oposición del gobierno de Venezuela y desenmascaró la posición de Almagro frente a su país. Pero no sólo en América Latina tuvo eco el papel servil de Almagro, los medios internacionales se encargaron de darle publicidad a su incompetencia y, si se esperaba revivir a la OEA con Almagro al frente, creo que se ha dado un “requiéscat in pac”, pues lejos de revitalizar a la OEA, Almagro le ha dado una estocada final, frente a la seriedad de los trabajos de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y CELAC.

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