Letras y Memorias
El humo transparente asciende. Va desde tu mano izquierda hasta la cabeza y luego más allá. Con mucha serenidad observas la fuente clavada en el jardín, le brota agua clara y en ella un par de aves se ven tentadas a postrarse. Se ven tentadas pero no confían en tí y por tanto, baten las alas y te dejan solo allí.
Cigarro en mano das bocanadas de veneno y tarareas una canción, fijas los ojos en el cielo aplomado y exhalas el humo purificador de tu vicio.
- De la vida nadie se salva…
Repites una y otra vez esa frase como si se tratara de un mantra, de una oración que hará aparecer al diablo en persona para que pactes con él, pero no, en realidad es apenas un fragmento de una de tus canciones favoritas. No hay mantra ni magia negra, no hay ritual satánico y mucho menos una especie de invocación, eres sólo tú cantando mientras fumas.
Han pasado ya unos minutos desde que encendiste el cigarrillo, éste se mantiene en la mano siniestra y la otra, la diestra, está guardada en el bolsillo de la chaqueta, como si una a otra se ocultaran cosas, como si realmente creyeras en que “aquello que tu mano derecha hiciere, que la zurda no se entere”.
Llega el momento que tanto temías y caen las primeras gotas de lluvia en el verdor de ese jardín que vuelve a la vida cada que el ambiente se humedece. En realidad, temes más a que tu cigarrillo se consuma sin saberte suficientemente envenenado, pues es sabido que buscas una salida a tu rutina.
- De la vida nadie se salva, ni siquiera yo, ni siquiera el hombre de allá arriba.
Curioso. Hablas solo, pues ya ni las aves están cerca como para escuchar tus desahogos. Ves la lluvia empapar de a poco tus cabellos, intentas acomodar cada uno de ellos pero no lo logras, ¿qué has logrado, francamente?
Con tristeza parte la resolana que aún aguardaba a que sonrieras en el centro de ese jardín, pero se cansó de verte cabizbajo y optó por una latitud más amena. Tú te quedas, ves cómo la lluvia apaga lo que quedaba del vicio en tus manos y, sin mayor reparo, te mantienes estoico ocultando tu nostalgia convertida en lágrimas, mientras la llovizna de verano te enjuaga la cara, allá, allá en la fuente.
¡Hasta el próximo jueves!
Postdata: Eso de la juventud, es sólo una actitud del alma. Saludos desde la decadencia de los 27.
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