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ALFIL NEGRO

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12 DE DICIEMBRE Y LA SUERTE

DE CAMINAR EN UNA PEREGRINACIÓN

Mis vecinos son dueños de un taller mecánico muy bueno. Gente de corazón abierto y generoso que cada año tienen la bondad de invitar a mi familia a la peregrinación que hacen con sus trabajadores y su familia particularmente a la Villita de Guadalupe, para agradecer los favores recibidos durante el año y para implorar la protección de la Guadalupana para el año que está por iniciarse con una fe y una devoción que contagia y permite sumarse a sus buenas intenciones, porque también es mucho lo que se debe agradecer a la patrona de México desde el fondo del alma.

Salimos por la tarde desde su taller, que se ubica en el Bulevar de Santa Catarina, muy cerquita del edificio del SNTE, y a caminar, con todas las medidas de seguridad que Don Juan y su esposa doña Martha tienen perfectamente estudiadas para que toda la peregrinación transcurra sin incidentes.

La imagen de la Guadalupana perfectamente arreglada preside la caminata arriba de un pequeño tráiler mandado a hacer para el evento y empujado durante todo el trayecto que dura cerca de tres horas, entre cánticos y rezos y música, mucha música.

Durante el trayecto da tiempo de pensar sobre el sentido de la peregrinación, de aceptar que somos criaturas en camino, que no existimos para siempre, sino que sólo estamos de paso, que caminamos hacia alguna meta, que para los creyentes es el destino final en los brazos del padre, donde descansaremos de todo lo que se llama vida terrenal en una vida superior, aspiración grande de todos los creyentes.

Da tiempo, mientras suena el: “Adiós reina del Cielo, Madre del Redentor”,  de pensar en los favores recibidos durante el año que se acaba: la salud de los hijos, la paz en la familia, el cariño de los hermanos, el trabajo que se tiene y la vida misma que se mantiene como regalo para hacer de ella una oportunidad de servicio y de gratitud.

Caminamos por todo el Bulevar El minero sin ningún problema.

“A tí Virgencita, mi Guadalupana, Yo quiero ofrecerte un canto valiente que México entero te diga sonriente”, se oye del aparato de sonido en una canción que todos conocemos mientras viene a mi mente que el año tiene hechos de todos. La partida de mi padre, que dejó un gran hueco en la familia, pero también el ejemplo para sus hijos de la alegría de saber vivir la vida y días nublados que se superaron con la fuerza de todos.

Finalmente llegamos a la Villita.

Como cada diciembre en los días cercanos al 12, hay muchas gente, muchas peregrinaciones que rivalizan en música y en alegría para ver a la madre de Guadalupe. Llegamos hasta su altar, para hablar con ella, para contarle de lo nuestro, de nuestras familias, para decirle con el corazón lo mucho que agradecemos y lo mucho que esperamos del año que viene de su mano bendita.

Llevamos en las manos una imagen suya del negocio del hijo que no pudo venir pero que traemos para que bendiga sus esfuerzos. La gente a nuestro lado reza, la ve con amor, le sonríe,  lleva a sus hijos, lucen sus leyendas de las organizaciones de donde vienen con orgullo.

Es la fuerza de las familias y de los hijos ante su madre.

Al final la bendición de los celebrantes y la alegría de haber estado con la madre que escucha porque así lo sentimos.

La peregrinación ha terminado.

A la salida, los vecinos invitan ponche y tamales.

El frío está fuerte… los corazones calientes.

Que Dios y la Virgen de Guadalupe nos permitan otro 12 de diciembre.

Felicidades a las Lupitas.