LAS POSADAS
Si algo recuerdo de niño
son las posadas del pueblo.
el rosario y letanías,
y las piñatas de barro
y la ilusión y alegría,
cuando al golpe de ilusiones
la piñata se rompía
y ganaba una naranja.
Eso eran las posadas:
una naranja de oro,
que atesoraba en mis manos
y con ilusión de niño
se la llevaba a mi madre,
y contento me sentía
de verla así tan alegre.
Me ilusionaban los cantos,
la petición de posada,
los peregrinos de barro,
una madre ya cansada
solicitando en voz muy baja
un rincón donde naciera
el dueño del universo.
Y me daban mucha pena
María y su esposo José
rechazados en las casas,
porque ya no había lugar,
y muy dentro de mi alma
niño con alma de plata,
más de una vez yo le dije:
Señora ven a mi casa
y que ahí nazca tu hijo…
Y hoy que ha pasado el tiempo
mi oración poco ha cambiado
y le digo suplicante:
Señora ven a mi casa
Y que aquí nazca tu hijo,
porque mucho lo esperamos
para calmar las tormentas,
para sanar nuestros males,
para no sentirnos solos
y verlo en nuestros caminos.
En mi casa lo queremos
y no nos pidas posada,
porque mi casa es tu casa,
mi esposa también es madre
y sabe el dolor inmenso
de ver partir a los hijos,
por eso ven gran Señora
y que aquí nazca tu hijo.
Las posadas de mi pueblo
en procesión con bengalas,
ave Marías de oro y luces
y villancicos de dulces,
con pastores y ovejas
y colaciones repletas
de cometas y luceros,
que se encendían y brillaban
mientras pedíamos posada.
Y llegaban las piñatas
todas repletas de frutas,
y con los ojos vendados
buscando romper la noche
que se llenaba de soles
al romperse las piñatas.
Sólo soñaba en ganarme
una naranja de oro,
para llevarla contento
a las manos de mi madre.
Con el paso de los años
la piñata trajo a casa
hijos hermosos y buenos,
el amor de mi señora,
una niña hecha de plata
con un corazón de hierro,
un hijo león de combate
que no huye a la batalla,
que doblega viento y nieve,
y un pequeño de cantos
con un corazón jilguero,
que nos recuerda a toda hora
que la bondad es semilla
que crece camino al cielo.
Y también en las posadas
tenemos recuerdos grises,
del hijo que una mañana
se fue y sólo es recuerdo,
que suena en cada latido
de corazones cansados
de su padre y de su madre.
Las posadas de mi pueblo
repicar de las campanas,
de la historia de la vida
y una naranja de oro
que no se me olvida nunca.