CARTAS
Hace mucho, mucho tiempo
que nadie me escribe cartas,
que no abro ningún sobre
con una carta como antes.
Las cartas se terminaron
el feis, los wasaps triunfaron
y sepultaron las cartas
que muchos ni se imaginan,
porque en los tiempos modernos
son casi voces de piedra,
o señales de humaredas
para abrazar a la gente.
Lo de ahora son las redes
aplicaciones de magia,
en que la razón no cuenta,
las prisas son el camino
de un internet que no late,
muñeco de acero frío,
voces sin alma ni sangre,
las prisas que no razonan
sin lágrimas ni alegrías.
Ayer eran otras cosas,
las cartas piñatas blancas
de amor y también tristeza,
que abríamos con ilusiones
y nos cubrían con sus letras
de esperanza o de agonía.
Y de todas esas cartas
que llegaron a mi vida,
guardo el recuerdo vibrante
de las cartas de mi madre,
páginas del Evangelio
y sermón de la montaña,
estrellas de Nochebuena,
caricias que no se olvidan.
¡Cómo recuerdo sus cartas!
Palabras que me alegraban,
eran tan bellas sus cartas
que las leía con ternura
y al terminar de leerlas
el corazón me gritaba
que eran palabras de Dios.
Y la cartas de mi novia
mi esposa pasando el tiempo,
las manos casi temblando
para leerlas de prisa,
y sentir aquí en el alma
mil campanas y zenzontles,
imaginando sus ojos
que les heredó a los hijos.
Las cartas eran milagro
bendiciones y tristezas,
Hechas de sol y de nubes,
con tinta de llanto a veces
y otras de buñuelos frescos,
Niños que corrían traviesos,
luciérnagas que alumbraban
canciones sabor de pueblo,
calles brillantes de luna
y a veces de despedida.
Las cartas ¡cuánto se extrañan!
porque eran fruta sabrosa
que en el viaje maduraban,
y las letras se escurrían
semillas de surco y siembra,
y a veces se cosechaban alegrías
o decepciones,
campanas de nuestra fiesta
o redobles de agonía.
Cómo se extrañan las cartas
Cómo se extraña la vida.