EXTRAÑAR…
Es tan común
la muerte en estos días,
que no parece ajena ni lejana,
y sí una presencia cotidiana
que visita amigos y hermanos,
compañera presente en los caminos
tan lejos y siempre tan cercana.
Por eso la sentimos tan presente,
que el miedo de decir hasta su nombre
se pierde en los hechos que vivimos
tan lejos siempre y tan cercana.
Y en esta cercanía que no se evita,
despedida sin duda de la vida,
podemos preguntarnos con derecho
en ese instante fuerte de la marcha
cuando se deja todo y se abandona,
¿qué se extraña y duele en esa hora
cuando el sol de pronto así se apaga?
¿Qué se extraña al cerrar los ojos quietos?
¿la laguna de peces de colores
y sus patos ademán de lunas,
el cielo y sus estrellas como higos
las campanas de plata de mi pueblo?
¿Qué se extraña al cerrar los ojos quietos?
¿el cariño hermoso del hermano,
el campo de maizales milagrosos,
el parque de mi pueblo viejo
las posadas, piñatas del recuerdo?
Y con calma de tiempos infinitos,
evangelio en sus letras ya finales,
siento que todo este listado fuerte
en verdad es causa de extrañarse,
pero hay cosas más serias e importantes
que se van con nosotros al marcharnos.
La esposa compañera de la senda,
corazón y fuente de la vida
ojos luceros que iluminan todo,
será sin duda una presencia hermosa
que se irá con nosotros al marcharnos,
recuerdo y amor de eternidades
que nunca podremos por completo
agradecer al Señor de los caminos.
Y los hijos, el sueño de los sueños,
sonajas del salterio de mis salmos,
zapatitos de estambre de los duendes
estrellas de mi cielo y de mis nubes,
dos niños corazón de roca
y alma tan blanca de Ángel de la guarda,
Y mi niña ilusión de plata
por ella soy intento de poeta
y dueño de la luna
su juguete.
Serán la prueba ante el Señor del agua,
de que no en balde pase por esta vida
y que por ellos y en ellos,
esta vida mereció la pena
de caminarla siempre paso a paso.
Serán sin duda motivo de extrañarse,
porque en ellos está el gran motivo
de afirmar ante el dueño de la vida
que no fueron pasos vacíos y sin motivo,
y la fe me dice en la esperanza
que con sus brazos tiernos y abiertos
me abrazará y contento,
me dirá al fin padre cariñoso
“entra a tu casa mi niño… bienvenido
Yo también te extrañaba mi pequeño”.