
¿Y DESPUÉS?
Cuando se cierran los ojos
para ya no abrirlos más,
cuando las manos se aquietan
y ya no pueden volar,
Ni acariciar a los hijos
ni bendecir su camino,
cuando los labios ya no hablan,
el corazón ya no late,
los pulmones no respiran
y en las venas la sangre
deja su loca carrera,
porque la vida se acaba,
y cae porque así es la historia
la hoja última y postrera
del calendario y camino,
puede ser que preguntemos
con nostalgia y con pesar:
¿Y después qué es lo que sigue?
¿Dónde sigue nuestra historia?
El amor por nuestra esposa,
el cariño por los hijos
por los hermanos y amigos,
la admiración por la noche
por sus estrellas y soles,
la alegría por los trigales,
ver volar a los jilgueros
el colibrí de la noche,
las campanas de mi iglesia
el parque niño de siempre,
las risas de la familia,
las posadas y esferas,
Navidad siempre presente.
¿Y después qué es lo que sigue?
La alegría por la lectura,
ver pasar las mariposas,
sentir agua de la lluvia
y sus riachuelos de magia,
y el viento que corre ciego
por las calles de Pachuca,
y esa luna coqueta
que se asoma por el cerro
y luego baja rodando
al fin niña juguetona
Con sus ojazos de plata…
¿Todo se deja y se marcha?
¿Es un adiós para siempre?
¿Una luz que ya no enciende?
Porque un padre y una madre
nunca se van para siempre,
y caminan con sus hijos
y los cuidan con cariño,
porque el amor de los padres
es un amor para siempre
con sabor a eternidades,
manos que cuidan y velan
ojos con luz que iluminan,
recuerdo que no perece
y se queda con nosotros.
Porque al final de la historia
aquí seguimos presentes,
la fe nos mantiene vivos,
porque el Señor nos ha dicho
que el que cree y no desmaya
no morirá para siempre,
porque esa fe nos advierte
que el que de su mano avanza
sabe y acepta gozoso
que es resurrección y vida,
el Señor de Galilea,
de Lázaro gran amigo
y de los niños profeta.
Y así me conforta,
que después sigue la vida
con sus estrellas y soles
sus cometas y jilgueros
y el amor de nuestra gente…
La muerte es sólo pretexto
Para vivir para siempre.