
CUIDADO CON LA VIOLENCIA
La violencia electoral, entendida como toda acción que busca imponer por los medios que sean un criterio y un modo de ejercer el poder, no parece que esté ausente en el proceso electoral que tendremos el 6 de junio, porque ya hay signos que hablan de un clima violento sobre todo de tipo verbal y particularmente en las redes sociales, donde el anonimato de los que agreden les abre un campo muy amplio para expresar no sus razones, sino sus odios y rencores en contra de quienes no piensen como ellos o sus líderes.
En el asesinato de Luis Donaldo Colosio el 23 de marzo de 1994, nuestro premio Nobel de Literatura en 1990, Octavio Paz, analizó el hecho diciendo que era sin duda una acción violenta resultado de una violencia verbal que ya se vivía desde antes de su asesinato, porque la violencia de las palabras era la antesala de la violencia física.
Y ni modo de no ver y sentir la violencia verbal que se vive desde muy temprano desde el puesto de poder más alto del país, y que se replica en muchos de sus seguidores y más en la campaña, en que se inventan supuestos agravios contra la gente, particularmente el peligro, dicen, de que si sus rivales ganan las elecciones se cancelarán los programas que les hacen llegar dinero cada mes a muchas familias.
La reacción del otro lado tampoco es suavecita, pues también se lanzan a fondo y lo menos que les dicen a los actuales en el poder es que por supuesto que no son iguales a los que se fueron, sino peores, y que llevan al país al desastre, empezando por la destrucción de sus instituciones por su incapacidad y un modo de gobernar de ocurrencias y de abusos.
La imposición de la voluntad presidencial, incluso según algunos sobre lo que marca la Constitución, y un desequilibrio de poderes en que signos hay de que tanto el Legislativo como el Judicial no representan un ejercicio que pueda ser un contrapeso, además de descalificaciones del Ejecutivo contra instituciones electorales y de justicia, que han llevado a una polarización de la sociedad con actitudes de mucha violencia de opinión en que no se discute con argumentos sino con descalificaciones en que sólo hay dos grupos: los buenos y los malos es una realidad que alcanza a muchas familias de México.
El ambiente es de descalificaciones, condenas, agresiones contra los que no caminan del lado del poder, calificativos ocurrentes que dividen, y un golpeteo diario contra instituciones que le dan sentido de país a nuestra patria.
El resultado es un país dividido y confrontado, en donde no se vive unidad nacional sino de grupos que pelean el poder por los medios y acciones que se juzguen convenientes.
La violencia verbal es un hecho que se vive todos los días con supuestas personas que no existen, porque son perfiles falsos que conforman una estrategia política.
Lo peligroso es que la tensión y enfrentamiento crece todos los días y puede llegar la hora en que el enojo o el fanatismo desborde lo que ahora sólo son palabras y aparezca la violencia física.
Hay que estar atentos, sobre todo los líderes políticos, para evitar este escenario que sería terrible y abriría las puertas a situaciones que nadie en su sano juicio desea.