
Y PENSÉ: “QUE GRANDES SE VEN”, HASTA QUE ME DI CUENTA QUE IGUAL ESTABA YO…
El día de ayer me tocó ir a vacunarme, porque mi apellido paterno inicia con la letra “P” y tengo la edad para recibir la dosis, y desde luego todos los requisitos cumplidos para estar en las instalaciones de la feria.
Mientras estaba formado para entrar, todavía con cierto desorden pero avanzando muy rápido, veía de reojo a las personas que caminaban conmigo y pensaba para mí: “¡qué mayores y cansados se ven!”, porque era verdad, hombres ya grandes y mujeres también con el peso de los años encima y sin duda de mucho trabajo y seguramente muchas alegrías y muchas penas y tristezas.
Lo raro es que después pensé que así como yo los veía seguramente más de uno de la fila al verme pensó: “¡pero qué hombre tan cansado y tan mayor!”, porque igual que todos los de la fila, los años dejan huella lo mismo de alegría que de tristeza.
Extraña que es esta vida, que nos lleva a pensar que siempre somos jóvenes y fuertes y que al mirarnos al espejo siempre disculpamos el paso del tiempo para vernos iguales, aunque pasen los años.
Sólo cuando los hechos nos demuestran que, contra el tiempo nadie puede, porque ese reloj de la vida nunca falla, y nos enseña con rostros de verdad que la vida pasa y no se detiene, cuando como en mi caso al contemplar a una señora que estaba sentada en la silla que seguía a la mía y pensar que ya estaba muy grande, y escucharla responder a la pregunta de cuántos años tenía, y enterarme que eran los mismos que los míos, caí en la cuenta que siempre somos muy benevolentes con nosotros mismos cuando se trata de enfrentar la edad.
Acepté que estábamos ahí para luchar por la vida, en todo lo que significa de oportunidades para alegrarse con los hijos, la esposa, los hermanos y los amigos.
Que no tiene nada de malo cumplir años y años, porque significa que vivimos y que podemos estar cerca de la gente a la que amamos y de disfrutar y sufrir todo esto que se llama vida.
Y me dio gusto ver con claridad la realidad y ver a esta gente mayor fuertes y entrones pese a los efectos de la edad.
Por cierto, buen ritmo del paso para entrar al lugar de las vacunas y también adentro un trato muy bueno y profesional.
Y como que ser vacunados hace crecer la esperanza y la seguridad ante la pandemia y decrece el temor y el miedo.
Convencido de que ver la realidad siempre es bueno. Como ayer en que pensé: “¡qué grandes se ven estas personas!”, sin darme cuenta que ellos me miraban y a lo mejor pensaban lo mismo de mi.
Así es la vida.