ALFIL NEGRO

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YO SE QUE VENDRÁN

Cuando se pierde un hijo
se pierde nuestra vida,
y conforme pasa el tiempo,
día tras día recordamos
su cara y sus sonrisas,
y si era pequeño
sus juegos y sus risas,
y mucha vida nuestra
se va yendo de prisa… 

Cuando se pierde un hijo,
el golpe es tan severo
que el alma de cristal
estalla en mil pedazos,
y el corazón se para.
Y aunque pase el tiempo,
y nos hagamos viejos,
sentimos que nos falta,
que no debió marcharse,
y lloran nuestros ojos
con lágrimas de sangre,
con el recuerdo blanco
del pequeño ya ausente… 

Y en nuestra mesa falta
su presencia y sus voces,
y hay un lugar ausente
que no borran las horas…
Por eso estoy pensando
que en estas navidades,
pediré al Padre eterno
que en mi mesa de cena,
el Niño que nos nace
se siente con nosotros,
y ocupe niño santo
el lugar de mi niño,
y cene con nosotros
y cante y ría gozoso
como lo haría ese niño,
que un día como un lucero
de pronto se apagó.

Que nazca en esta casa
qué extraña a un hijo nuestro,
que cante con nosotros,
nos hable del pequeño
que se fue de repente
y que extrañamos tanto,
desde el día en que se fue.

Y pedirle a María,
la niña nazarena,
que en estas navidades
se quede en tantas casas
donde falta la madre,
que se marchó de pronto
y extrañan en la casa y
los hijos que le lloran…

Que acaricie amorosa,
el rostro adolorido
de quienes en las noches
les duele que en su mesa
no esté la madre tierna,
que curaba y sanaba
los dolores del cuerpo
y las penas del alma… 

En muchas, muchas casas
quien se marchó fue el padre,
y en la casa falta
su presencia de fuerza
decisión y firmeza,
y la esposa y los hijos
en vano ven la puerta
por donde no vendrá… 

En toda Noche Buena
María y el Niño bueno
los cuida con cariño
el Señor San José,
que también esperamos
llene con esperanza
la ausencia de los padres
que ya no vuelven más… 

Si hay dolor en las casas
por ausencias que duelen,
que esos vacíos los llene
María la madre Santa,
el Niño de oro y plata
y Señor San José.
Y con el alma viva
en esa noche Santa,
resuene en nuestras casas
moneda en luz de luna,
el canto que consuela
de esperanza y de vida:
“a la rorro niño duérmete ya,
duérmete mi niño
Duérmete ya…”