ALFIL NEGRO

EL TIEMPO

Adalberto Peralta S.

Todos hablamos del tiempo,

y sin ser unos sabios

aceptamos que se acaba,

que en la alforja que tenemos

desde que abrimos los ojos

en el día en que nacimos,

se diluye, se termina,

huye, se va y ya no vuelve. 

Porque siempre caminamos

en conjugación sin vuelta:

Somos, fuimos o seremos,

pero siempre en movimiento

que significa pasar,

alejarse, y terminarse.

Porque el tiempo siempre acaba

en ser recuerdo de voces

que sonaron y ya no.

Al tiempo nadie le gana,

siempre vence y siempre gana,

y nos grita en sus relojes

que sólo vamos de paso,

y que un día las manecillas

se paran y se detienen

y ya no caminan más.

Pero entonces me pregunto:

¿qué demonios es el tiempo?,

porque la física explica 

en su lenguaje cifrado,

lo que el filósofo niega,

y al final nadie le entiende

entre presente y pasado

y apuestas al futuro… 

Yo prefiero ver al tiempo,

como oportunidad de vida

de amor por mi bella esposa,

por mis hijos y hermanos,

por los recuerdos eternos

de mi padre y de mi madre,

por las lunas de Pachuca,

los huapangos de Huejutla,

los chinicuiles de Apan,

las misas en La Villita,

los pastes de Real del Monte,

la Feria de San Francisco,

los bordados de Tenango,

la cantera de Huichapan,

y la risa de los niños.

Para mí eso es el tiempo:

oportunidad de vida,

de saber que se termina,

que se acaba cada día,

y aceptar cada hora

para abrazar con cariño

a quienes van con nosotros,

caminando los caminos,

y aceptar que el eterno,

el Señor de tiempo y vida,

nos da un puñado de tiempo

para vivirlo contentos.

Y al final cuando termine,

decir con gusto y felices:

“el tiempo que tú me diste

lo viví con alegría,

con amor con ilusiones

se acabaron los pasados, 

se acabaron los futuros;

hoy todo lo veo presente

para siempre y ya sin cambios,

soy tu hijo, estoy de vuelta,

en un tiempo sin finales 

eterno como tus ojos.”

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