EN SUS MANOS…
Cuando todo es oscuro
y las puertas se cierran,
cuando hasta la esperanza
es ave que se aleja.
Cuando de nada sirven
sueros y medicinas,
y hasta la luz del cielo
parece que se apaga.
Cuando hasta las estrellas
son negras y no brillan,
y el viento ya no canta
y llora mientras corre,
siempre queda en el alma
una luz que ilumina,
una voz que nos llama
una puerta que se abre…
Son manos de un obrero,
carpintero de oficio
sembrador de canciones
caricia que nos salva.
Igual que aquellas madres
que con el hijo enfermo
ya grave y sin salida,
sin nadie que lo cure,
con los ojos desiertos,
sin lágrimas y secos,
le dan en esa hora
a su niño que muere,
el beso que redime,
la caricia que sana,
el abrazo milagro,
que lo vuelve a la vida,
porque en esa hora amarga
sólo el amor nos salva.
El dueño de la vida,
del tiempo y las montañas,
del mar y la tormenta,
del colibrí y palomas,
nunca nos deja solos;
camina a nuestro lado,
le duele nuestro llanto
y en la tormenta fiera
su voz la calma y frena,
y con sus manos santas
nos cubre y nos protege,
y viendo nuestros ojos
nos dice cariñoso
que nunca estamos solos,
que la noche se pasa
que el dolor no es eterno
y que somos sus hijos…
Cuando nos duela el alma
y sufra la esperanza,
cuando el dolor arrecie
y las sombras nos cubran,
alcemos nuestros ojos
miremos esas manos,
y en su nombre santo
sigamos el camino…
Y llegará la hora
en que la noche pase,
en que el dolor nos deje,.
Que se detenga el llanto,
y entonces como ahora
su voz de plata y siglos
resonará gloriosa,
esperanza de salmos
en que dirá profeta:
“Yo estaré con vosotros
hasta que el fin de los siglos llegue”.