LAS PROCESIONES
Soñé que de Real del Monte
por la carretera vieja,
bajaba ya por la tarde
una procesión de luces,
pero que no eran candelas
ni lámparas de mineros,
ni ceras de Todos Santos,
eran ángeles de fuego,
un río de plata y diamantes,
arcángeles que soñaban
letanías de minas viejas,
todos luces, todos lumbre,
sin cantos y sin luceros,
ángeles con ojos quietos,
firmes y con capucha,
casi espadas, casi dagas
como río de plata pura,
dolientes llanto de viento
corazones, voz de hierro,
latidos, tambor de siglos,
cuánto llanto, cuánto hielo,
dolor por los que se fueron,
procesión de voces quietas
de mineros peregrinos,
que van bajando en silencio
por la vieja carretera,
y que pasan por Pachuca
todo hierro, todo fuego,
memoria que nadie para
y que hasta el viento respeta
y acurrucado en los Pinos
se persigna y se santigua,
que andan con paso y salmo
los Ángeles peregrinos,
procesión de los mineros
que se repite por siglos
Y que no se para nunca.
Después miré rumbo al valle
otra procesión del tiempo,
guerreros con arco y flecha
todo tierra y todo agua,
tierra de origen y vida
raíces de nuestras vidas,
estrella del nacimiento
Valle de dolor y penas,
venas sin sangre ni cielo,
y miradas ojos tunas,
Mezquital en donde cuelgan
sueños con sabor a pulque,
en bordados con el ixtle
páginas del evangelio…
Miré después en mi sueño,
la procesión de danzantes
teponaxtlis y colores,
chirimías junto a los templos,
Quetzalcóatl, padre del tiempo,
Ehécatl, dador del viento
Procesión de canto y danza,
Huapalcalco cuna omega,
Tula casa del Atlante,
nuestro origen de camino
apuntando al infinito
a los cielos y estrellas,
nacidos de padres grandes
de sueños y de cometas,
de soles y de guerreros
de pensadores y sabios,
que en su grandeza infinita
dialogaban en silencio
con su propio corazón.
En esta hora de sombras
de dolor y de tristeza,
las procesiones nos gritan
que la noche pasa pronto,
que la luz viene de prisa,
que pasado tanto llanto
caminarán con nosotros
los arcángeles de fuego,
los guerreros del gran Valle,
los dueños del viento y canto,
porque al principio del libro
se dice que somos grandes,
hermanos del padre viento
de príncipes y guerreros,
con un destino de cielos
dignos hijos del Atlante,
de los sabios y toltecas,
corazones de gigantes
con fuego de la esperanza,
que no se apaga con nada
Y nos sostiene en las horas
que el huracán golpea fuerte…
Y al final vi emocionado,
en procesión a la gente
junto a la luz de la vida
al humilde Nazareno,
caminando como siempre
junto a sus hijos queridos
iluminando el camino
como entonces, como ahora,
por los siglos de los siglos.