ALFIL NEGRO

BARQUITO DE PAPEL
Cuando era niño y llovía allá en el pueblo, con su parque lleno de tordos y su laguna con patos y pescados que brincaban en sus aguas, me gustaba ver llover y ver correr el agua por las calles en arroyitos que luego terminaban en grandes charcos.

Me emocionaba ver caer las gotas de lluvia que al caer se convertían en globos mágicos que estallaban tan pronto caía la gota siguiente.
Llovía mucho y los campesinos al volver de sus trabajos venían cubiertos por sus capisayos , unas capas de palmas que los cubría del agua.
Era yo un niño y ver llover me divertía y me hacía soñar en muchas cosas mágicas.
Pero había algo en especial por lo cual esperaba la lluvia, poder poner en los arroyitos , barquitos de papel, para verlos avanza con dificultad por la calle con mi ayuda cuando se atoraban hasta llegar a los charcos grandes que yo miraba como lagos , en donde navegan un rato, mientras les ayudaba con un palo en la mano.
Era feliz, porque en más de una ocasión me sentí navegar en esos barquitos de papel que hacía con hojas de libreta de la escuela.
La memoria de la niñez seguramente como sucede conmigo, permanece también en el corazón de todos porque es la época de los sueños, de los juegos con los amigos, de ver volar los pájaros mientras se juega con otros niños y la mirada amoroso de mamá es una caricia que nada ni nadie puede borrar, y que nos convierte otra vez en niños cuando la alegría o el dolor nos llega.
No he podido olvidar los barquitos de papel, que me han acompañado en la vida como un recuerdo que me grita al oído que no debo perder el alma de niño para seguir viendo en todos los días la oportunidad de vivir con alegría la vida misma y para aceptar que Dios nos regala todo y que tan solo hay que saber ver con ojos de fe esos regalos.
Los barquitos de papel tenían algo de magia porque Yo los hacía, y luego me gustaba verlos navegar en los arroyitos de la lluvia. Con problemas, en ocasiones casi naufragaban, pero salían airosos, muchas veces con mi ayuda porque hacía el mismo recorrido que ellos, con un sombrero para no mojarme y cuando se atoraban los ayudaba para que al final llegáramos al lago, que era nuestra meta para ver cómo navegaban airosos y majestuosos   en ese gran charco que para Mí era un lago.
La vida nos da la oportunidad a veces de ayudar a navegar a nuestros barquitos de papel de la existencia misma.
Y como entonces, cuando llovía y  lográbamos junto con nuestra embarcación ligera pero bien hecha, con estructura de hierro pese a lo frágil del papel, ahora nuestros barcos también se lanzan a la corriente para buscar su propio lago donde ser ellos mismos, donde poder retar al viento y a las tormentas para escribir su propia historia.
 A lo mejor sólo nos queda ver al barquito cómo crece hasta ser un transatlántico o un acorazado.
Sabemos en el fondo del corazón que antes fue nuestro barquito de papel que con nuestro amor y cariño intentamos llevarlo con cuidado para que supiera sortear los peligros del camino con espíritu de seguridad y de buen juicio.
Ahora es su momento de navegar por la vida.
Tenemos la certeza de que lo hará bien porque para eso se preparó y porque conocemos su riqueza espiritual.
Y en la orilla estaremos atentos a su navegar.
Hoy no pude,  ni quise escribir de política.
Ya habrá tiempo.
Hoy no, porque mañana se casa mi hijo.
Y desde la orilla su madre y sus hermanos lo veremos iniciar su propia navegación…
Irá con nuestro amor y bendición.
Nuestro  barquito de papel…  

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