SABER GANAR MÁS DIFÍCIL QUE SABER PERDER
En toda competencia hay dos posibilidades finales: Se gana o se pierde, se termina con la victoria o con la derrota, no hay de otra, porque esa es la intención de competir, de entrar a un campo de batalla para buscar con todo lo que se tenga a mano como es la preparación y la estrategia adecuada, vencer al otro competidor imponiendo un estilo de competencia y modos de batalla.
Se supone que en la visión más elemental, la competencia es limpia y sin trampas, de tal manera que atendiendo lo que son las reglas de la misma, el que gana lo hará porque es mejor y porque supo imponerse con claridad a su adversario.
Sólo entonces se debe hablar con certeza de un vencedor y de un vencido, porque si se faltó a las reglas, si se hizo trampa para vencer, entonces no hay un vencedor, sino un tramposo que se dice ganador, pero que en los hechos de la certeza no lo es, porque venció a su enemigo de manera deshonesta.
Por lo menos esos son los preceptos de las competencias por excelencia como son las Olimpiadas que tienen su inicio en el año 776 antes de Cristo y que tienen como valores fundamentales EL DE LA UNIDAD, de tal manera que es en los juegos donde se exhorta a los griegos a participar en empresas comunes, dejando a un lado los intereses de sus grupos y poniendo por delante el vínculo de la familia para que prevalezcan los lazos de la benevolencia para renovar amistades y establecer otras nuevas, con la oportunidad de honrar a estrategas como Temístocles, Heródoto o Píndaro.
La competencia en la reina de ellas busca como primer fruto LA UNIDAD, no causas para quedar desunidos y también para honrar a quienes son los mejores de su comunidad.
El otro valor a destacar en la competencia es que sólo gana el que presenta virtudes de EXCELENCIA que se logran con trabajo, dedicación y hechos.
Finalmente era regla de oro para los que competían, EL RESPETO a la competencia misma, a las reglas y a los competidores.
Que dicho en palabras nuestras, se debía saber ganar y saber perder.
LA COMPETENCIA DE LA ELECCIÓN EN NUESTRO ESTADO
El primero de julio los ciudadanos decidieron darle el poder en el Congreso de Hidalgo a candidatos del partido Morena, en su mayoría del Grupo de Sosa Castelán, que supo apadrinarse de la figura de López Obrador, y de esa manera hacerlos ganadores, en la certeza de que solos, sin el Peje, poco hubieran logrado, porque casi todos con sus excepciones no eran ni conocidos por los votantes, que se fueron con el voto de castigo contra el PRI y orientaron su decisión por Obrador con la cosecha para los candidatos de Sosa.
Y es en este escenario donde como en las Olimpiadas, hay signos de que se pierden los valores de la lucha, pues se ven signos de que cuesta mucho saber ganar, por la forma como se están comportando con manifestaciones de soberbia, provocación y altanería muy lejos de los valores olímpicos.
Las actitudes de algunos de los candidatos ganadores o recién convertidos al morenismo como CANEK VÁZQUEZ, que llama empleados del gobierno a sus compañeros legisladores, o las expresiones de Abraham Mendoza, Presidente de los morenistas, cuando llama anexo del cuarto piso de palacio de gobierno al Congreso, y las continuas amenazas de tomarle cuentas al gobierno por parte de legisladores electos como Ricardo Baptista, o su senadora electa Angélica García Arrieta, hablan de actitudes sobradas de soberbia y no de apuesta por una sana política de entendimiento y sí de justicia, pero no con esas poses de jueces toda pureza.
Eso de que llegando, llegando, revierten los nombramientos de Raúl Arroyo y del Fiscal Contra Delitos Electorales, hablan de un sentimiento de revancha y de venganza, que de no cambiar enturbiará al estado mientras dure la legislatura.
Lo peor del caso es que se intuye como motor de sus conductas no convicciones personales sino la obediencia a su patrón que les dicta caminos conductos y discursos.
Y así no se puede…