ALFIL NEGRO

DIOS NO USA TWITTER

Fui con la familia a desayunar a equis restaurante y no miento si le cuento, porque seguramente usted ha sido testigo de lo mismo, que en cada mesa el espectáculo es el mismo: cada uno de los comensales, sobre todo los jóvenes, está ensimismado con su celular en la mano chateando sin hacer el mínimo caso a sus acompañantes -que además hacen lo mismo- y si acaso se toman el tiempo apenas suficiente para pedir lo que van a comer para después seguir con su teléfono en su mundo portátil.
    Los de al lado no cuentan, el papá o la mamá están pintados, si no es que están en la misma actividad.
    Y no es una sola mesa, son casi todas, porque es una forma de actuar generalizada en la que el celular es el amo y señor de toda la familia que a lo mejor tiene algo que decirse, pero que nadie tiene tiempo par hacerlo, porque todos tienen algo más importante que hacer en su aparatito de descomunicación, que al final de cuentas en eso se ha convertido este supuesto medio de comunicación que ha destrozado a las familias.
    Lejos quedaron los días cuando las familias aprovechaban estas reuniones para platicar de las cosas de los hijos o de los padres o de toda la comunidad familiar, y para encontrar alguna salida a los problemas comunes con la participación de todos los miembros, porque todos de alguna manera participaban en la plática, porque a todos les interesaba.
    Se enteraba uno de lo que pasaba en cada uno de los miembros de la casa y de ese modo cada uno se integraba más a lo que era la marcha del hogar. Eran sin duda otros tiempos en que la palabra era el hilo conductor de la comunicación, porque era posible hablar, comunicarse mientras que los demás escuchaban, intervenían y daban sus opiniones.
    Ahora ya no se da ese hecho.
    Desde que llegan al lugar de la reunión ya vienen con tema en su celular, y apenas si les da tiempo de sentarse para continuar con su plática con la amiga o el amigo.
    Los de enfrente no cuentan, porque su atención está fuera de la reunión.
No hay plática, ni tema de conversación, no hay nada.
    Aunque parezca extraño, una tecnología inventada para comunicar está acabando con la comunicación en las familias, hasta el grado de que crea extraños a la hora en que hay la oportunidad de poder verse a la cara, porque se tiene que comer.
    Los hijos no saben qué decir, ni qué preguntar, a no ser que lo hagan vía twitter que es el único camino que dominan, no así la voz que empiezan a perder por el poco uso que tienen de ella como diálogo.
EL PAPA FRANCISO PIDE DEJAR UN POCO EL TWITTER Y EL CELULAR PARA VOLVER A HABLAR
Llama la atención que en el Día Mundial de la Comunicación, el Papa Francisco le haya pedido al mundo que deje un poco el celular y el twitter para volver a hablar y volver a comunicarse, porque el reto no es cómo consumir comunicación sino cómo comunicarse con la palabra.
    Y tiene razón el Papa, porque estamos llenos de twitter y de celulares, pero vacíos de comunicación real en la que hablemos de cosas completas con nuestras familias, no en mensajitos que hasta agresivos son contra el idioma, por la forma que exige la red social, pero que de contenido real y humano parece que no tienen mucho.
    Por eso el llamado del Papa de dejar un poco el celular y el twitter para platicar de a deveras, y de hablar como se hacia antes, en esas pláticas completas, en que se hablaba de todo.
    Como lo hacían nuestros padres, sobre todo en nuestros pueblos cuando nuestras madres y nuestras tías por las tardes, sentadas en los dinteles de las puertas, platicaban mientras bordaban, de sus hijos, del campo, con expresiones tan hermosas que ahora que somos hombres las tenemos bordadas en el corazón y grabadas en el alma como herencia de oro y plata.
    El twitter no lo puede lograr, por más alta tecnología que sea.
    De vez en cuando haría mucho bien  dejar el celular olvidado a propósito y salir con los hijos sólo a platicar, sin el ruido de los teléfonos para rescatar esta posibilidad de escuchar sus voces, para no olvidarlas nunca.
    Porque son en definitiva un regalo que la vida y Dios nos da, y eso no llega por redes sociales, llega directa al corazón y Dios parece que no escribe por Twitter.
    Hagamos el intento, tenemos tiempo.
    Vale la pena…..

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