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Alaska, un pretexto para conocer América

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PERSIGUIENDO AL CONEJO BLANCO, SOBRE RUEDAS / PARTE 2
    •    Realizar un viaje a lo largo de un continente no es fácil, según Ariel y Sole, para ello se dedican a vender artesanías para seguir adelante

    •    Seguir recorriendo el mundo, la meta a largo plazo


Ariel y Soledad tenían solo 27 años cuando decidieron adentrarse a una especie de viaje sin retorno por el continente americano, escuchando por el estéreo Rutas Argentinas de la banda Almendra, cuando el Flaco Spinetta era líder y guitarra, mientras observaban los paisajes pasar por la ventana. Ahora, con 30 años a cuestas, han llegado al hemisferio norte para seguir adelante, aunque para ello significó una serie de sacrificios.
Dejando la patria
A veces, dejar la casa paternal es difícil, y lo es más cuando dejas atrás a la familia, a los amigos, a la vida como se conoce para dar paso a nuevas experiencias. Dejar la zona de confort es a veces un gran sacrificio, y ellos lo saben.
    -Lo más difícil que hemos dejado atrás es la familia –dice Ariel con cierta tristeza-, también los amigos, las costumbres, la zona de confort. Parece que no es cierto, pero uno aprecia las cosas cuando no las tienes, la casa, la cama, la posibilidad de tener un espacio grande.
    Y aunque afirman que el viaje es lo mejor que les ha pasado en la vida, hay ciertas cosas que extrañan y que formaban parte de la forma de ser de ellos. Tener un techo, comida lista y un empleo es parte de ello.
    -El viaje ha sido bueno, pero obviamente requieres de ciertos sacrificios en cuanto a comodidad y confort. Pero después te acostumbras y conforme pasa el viaje y la aventura te adaptas a todos los cambios
    Para esta pareja, el estar desde hace más de seis años juntos y compartir tres sobre cuatro ruedas en un recorrido de miles de kilómetros ha fortalecido su comunicación entre ellos. El viaje es una especie de comunión, una aventura de por vida. Y como tal ya tienen definido su futuro.
    -¿Y en cuando terminen el viaje, que sigue? –pregunta un colega.
    -¿Cuándo termine? –piensa un poco Ariel-, pues la verdad no lo sabemos, pero cuando regresemos a Argentina con la Combi, no sé, nos podremos instalar en la Patagonia, pero esto del espíritu viajero, una vez que te pica el bichito, te dan ganas de seguir conociendo. Claro, queremos conocer más continentes, Asia, África. No sé si con la vagoneta, porque sería muy difícil enviarla, pero, bueno, nos quedan muchos años. Ya veremos si seguimos.
Sobrevivir en una casa rodante
-Cuando salimos de viaje –comenta Sole- fue como algo muy improvisado. No sabíamos hacer ningún tipo de artesanías. Yo trabajaba en un laboratorio, él trabajaba en una fábrica, y cuando salimos nos preguntamos: “¿y ahora?”.
    La supervivencia a un viaje de tres años y contando se requiere de mucha astucia, ingenio, y sobre todo, saber poner manos a la obra. Y quizás también algo de ayuda por parte de los mismos pobladores de los sitios que visitan.
    -Al principio hacíamos libritos a voluntad, y después vinieron las fotografías, las postales, los stickers, pero en sí no sabíamos hacer otra cosa. Pero es el contacto con la gente la que te van enseñando sus trabajos que hacían, y después intercambiábamos con alguien más. Y ahora hacemos pulseras, carteles, aretes, collares… siempre vamos cambiando. También hemos hecho comidas, pero varía mucho del lugar en donde estás.  
    Así que, con la pequeña ayuda de artesanías y souvenirs con la imagen de Cachi se logran hacer un poco de capital para poder costear gastos básicos, como la gasolina y comida, convirtiendo la vagoneta en una especie de tienda turística
    -Siempre vendemos en la vagoneta –asiente Sole-, que por lo general es nuestro punto de venta, pero a veces, cuando estamos en la playa nos salimos a caminar con nuestras artesanías, y te acercas a la gente contándole que estás haciendo. Nosotros siempre les decimos que estamos viajando, que queremos llegar a Alaska, y que lo que juntamos es para la gasolina y la comida.
    Sobrevivir también forma parte de la aventura, y eso implica usar la vagoneta como casa rodante.
    -Nos gusta vivir experiencias diferentes. Para empezar, la combi es una especie de casa, dormimos en la calle, no pagamos hospedaje, y eso nos permite interactuar con los vecinos, con la gente de todo el lugar, y luego salen situaciones maravillosas y hasta insólitas, a veces.
Viaje sin itinerarios
Ariel y Sole admiten que no tienen una ruta fija para llegar a un determinado lugar, sino que la misma gente les recomienda los lugares, y eso conforma su itinerario, de manera improvisada
-Salimos un dos de mayo del 2015, recorrimos 15 países. ¿Ciudades y pueblos? –trata de hacer cuentas, pero son tantas que es imposible contabilizarlas-. No lo sé, son infinitos. Si debe de haber un número, pero no lo tengo a la mano. Lo que siempre hacemos en los recorridos es escuchar a la gente que te recomienda un lugar.
Ellos mismos se asombran de la hospitalidad de la gente, pero de lo que más se sorprenden es de la cantidad de lugares que les llegan a recomendar, para disfrute de ellos mismos, y para acumular más experiencias.
-Cuando llegamos en un momento determinado a un lugar, siempre hay alguien que te dice “hey, tienes que visitar este sitio”, o “oigan, no se pueden perder este lugar, los invito”, y la verdad tenemos tiempo: vamos, y así es como generamos nuestros recorridos. De una cosa estamos seguros: siempre vamos para el norte. Pero vamos haciendo zigzag.
-¿Pero la meta es Alaska, verdad? –pregunta un reportero
-Alaska es solo un pretexto para conocer el continente americano –admite ella-. La ruta es de Argentina a Alaska, pero cuando lleguemos allá queremos regresar a nuestro país. De Sudamérica nos faltó todo lo que es la costa del Atlántico, así que ahora visitaremos a Venezuela, Brasil, Paraguay.
-De hecho –interviene Ariel por primera vez-, hemos estado en muchos sitios que pertenecen a la UNESCO o que son maravillas naturales. No lo sé, Machu-Picchu es uno de ellos, Cartagena de Indias para cruzar el Canal de Panamá, pasar por el Caribe mexicano, las ruinas mayas. Hemos estado en desiertos y en lugares con mucha nieve. Todo tipo de climas en pocas palabras.
-¿Y tienen un soundtrack para cuando van en el camino?
-Escuchamos mucho rock nacional argentino –explica él-. Hay una emblemática… ¿Cuál sería?
Mira a su novia para tratarse de acordar del nombre. Comienzan a tararear una melodía, que comienza con “tengo los dedos ateridos de tanto esperar a ese hombre que me lleve por las rutas argentinas”.
-Hay una del Flaco Spinetta que se llama “Rutas Argentinas”, y la sintonizamos cuando estamos ahí, es muy buena cuando vamos ruteando.
Momentos que dejan huella
Cada país tiene sus modos de vida distintos, tienen sus tradiciones y sus costumbres, pero también hay personas que tienen una historia que contar. Así lo cuenta Ariel.
    -Afortunadamente no hemos tenido momentos dramáticos durante el tiempo que llevamos en el camino. Eso no significa que el viaje sea de color de rosa, pero en si la gente que se nos acerca siempre lo hace de buena intención, no hemos sufrido asaltos, ni algún acontecimiento negativo.
    Para él, el pensamiento positivo es lo que ha hecho que los demás simpaticen con su historia y su recorrido, y entre otras cosas, transmitir esa confianza para que los demás confíen en ellos. Filosofía que han mantenido hasta la fecha.
    -Del lado positivo, si tenemos muchas memorias. Hay gente que es muy humilde y nos han invitado a su casa, nos ofrecen su propia cama a la hora de dormir, o hay una anécdota que me acuerdo, cuando en Colombia era el cumpleaños de un indigente en un parque, y en esa ocasión lo estaban festejando. Nosotros nos acercamos a saludarlo.
    Al igual que el resto de la gente, esta persona también se maravilló de la historia de Sole, Ariel y Cachi. Y es cuando sucedió lo inesperado.
    -Este chico se puso muy contento por nuestro viaje, y nos quiso dar su dinero para pagar una de nuestras postales, pero yo no se lo quería aceptar, pero caí en cuenta que si lo tenía que aceptar, porque pensaría que lo estábamos menospreciando. Eso es lo que me acuerdo muy buen.
    Y añade con una pizca de sabiduría: “hay una frase que dice: ‘nadie es tan rico como para no recibir, ni tan pobre para no dar’. Eso es lo que más me gusta”
    Y la puerta de entrada de Sole y Ariel es Chetumal, en Quintana Roo. ¿Cuál es la experiencia dentro de la república mexicana? Mañana en Diario Plaza Juárez contarán sus anécdotas.