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¡Al primero que estornude!

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RELATOS DE VIDA

La faena había estado dura, primero el despertarse a las seis de la mañana para llegar puntual al lugar de reunión acordado para emprender el camino a la Ciudad de México, con el propósito de adquirir nueva mercancía para el negocio.
Una vez que el grupo de amigos llegó a su destino, acomodaron diferentes cantidades, en diversas bolsas de su vestimenta y diferentes partes del cuerpo, por eso de las recochinas dudas de que los fueran a asaltar.
Después de dejar el automóvil en un estacionamiento, caminaron durante un par de cuadras para entrar al famoso, pintoresco y tradicional “Tepito”, no sin antes adecuarse al caminar, al hablar y al modo de actuar, y aprovecharon para pedir una michelada para recorrer amenamente los pasillos.
Hicieron paradas en varios puestos para iniciar la comparación de precios y tomar la decisión de cuál les convenía económicamente, fueron muchas las paradas y muchos los pasillos recorridos, para luego emprender la segunda vuelta para iniciar la compra.
Ya con bolsas en la mano, regresaron al estacionamiento, acomodaron la mercancía y emprendieron el viaje, ahora al centro para la última visita a un negocio de saldos, en el que permanecieron por una hora más.
Ya cansados del ajetreo, el bullicio y el calor, acudieron a una taquería, se sentaron para esperar su orden, y en tanto platicaban de algunos planes y expectativas, detectaron entre los comensales a un grupo de jóvenes, que por sus rasgos físicos parecían tener descendencia asiática.
Ante el panorama de salud complicado por el descubrimiento y expansión del coronavirus que ha cobrado la muerte de miles de personas, al grupo de amigos compradores se les hizo fácil usar la maldad y creatividad mexicana, y enunciaron en voz alt:  “¡Al primero que estornude le partimos su madre!”.
Los chinitos voltearon asombrados, había una mezcla de ingenuidad y molestia en su mirada, pero decidieron ignorar el comentario; pero a los 10 minutos un joven integrante de los buleadores estornudó en tres ocasiones.
Los asiáticos se levantaron de sus sillas y presurosos se dirigieron a la mesa del susodicho y comenzaron a sacarlo del establecimiento diciendo: “¡Ustedes lo dijeron, al primero que estornude le partimos su madre!”.