El calor se siente en la capital hidalguense, el transporte público abre sus puertas una y otra vez, decenas de personas se arremolinan para entrar a lo que a momentos se asemeja al metro de la Ciudad de México. Son las 13 horas y el calor ha hecho que se perciba el desagradable olor de “humano en su jugo”, mezclado con fragancias de perfumes que a momentos causan náuseas en uno que otro pasajero.
De esta forma se avanza en la ruta paradora del Tuzobús en las horas pico, así avanzamos hasta la parada “Central de Autobuses”, lugar en el que se puede tomar la ruta alimentadora 15B, que nos ha de llevar cerca de las oficinas de nuestro trabajo.
Tras varios minutos de espera (entre cinco y ocho), por fin llega la camioneta, hay una fila de personas que con desesperación esperan dicha ruta, que va hasta la colonia Independencia. Entonces se abre la puerta y tras bajar los pasajeros que medio comentan lo que acaba de suceder, la puerta se mantiene abierta para que los que ahí esperamos podamos subir.
Huele como cuando al entrar a la cocina sabemos que habrá un plato de sopa en la mesa, pero aquí no hay comida y tampoco estamos en la comodidad del hogar, acabamos de abordar la camioneta alimentadora del Tuzobús, entre pedazos de jitomate que hay en el piso y que parece que mancharon gran parte del asiento del conductor.
Tras observar con mayor detenimiento, vemos que el chofer que se acaba de bajar, tiene la camisa completamente sucia de lo que parece ser jitomate, de igual forma la máquina donde se echan las monedas no se ha salvado, aún tiene la epidermis del rojo fruto que sirve para para preparar ricos caldos y ensaladas.
El tiempo de espera se prolonga, pero el chofer no tiene instrucciones del centro de control así que no pude avanzar, en tanto dentro, las especulaciones no se hacen esperar, “seguramente alguien se vomitó”, afirma una de las pasajeras, sin embargo otros comenzamos a discernir, no pudo ser vómito ya que no hay presencia de ese hedor que acompaña a los jugos gástricos recién expulsados por la boca.
Además de que aún hay trozos de jitomate, que evidentemente no habían sido masticados. En tanto el chofer trataba de recibir instrucciones, la gente comenzaba a desesperar, habían sido 15 minutos los que ya habían transcurrido, y no se dejaban de hacer especulaciones, había restos de jitomate, del ovalado, en la puerta del chofer, en los asientos, en el techo, en los tubos y en la máquina de las monedas.
De pronto, al ver la curiosidad de varios pasajeros, una mujer de unos 40 años de edad, dijo que al parecer el chofer había sido agredido a jitomatazos por parte de una señora en el trayecto de regreso de la colonia Independencia hacia la parada denominada “Central de Autobuses”. Y que ahora el chofer esperaba instrucciones por si se tenía que levantar alguna declaración o testimonio de lo sucedido.
La misma señora que decía que todo lo había escuchado de las personas que se habían bajado unos minutos antes, “se bajaron diciendo que la señora estaba loca, que fue muy grosera, que se había pasado de rosca, así dijeron”, nos explicó, y continuó señalando que al parecer la agresora había pedido la parada en alguna parte del bulevar Colosio pero que el chofer se negó debido a que donde quería bajar la dama no había parada asignada.
Lo anterior causó la furia de la señora, que nadie supo describir, pero que con toda la molestia del mundo, comenzó a echar insultos contra el gobierno, contra el transporte y de paso contra el chofer, quien con toda la paciencia se limitaba a responder “es que ahí no hay parada señora, si la bajo me pueden castigar e incluso correr de mi trabajo”.
Ante esta situación, el enojo de la mujer incrementó y al no tener otra cosa, tomó de una bolsa que llevaba, un par de jitomates, mismos que apachurró entre sus manos antes de aventarlos contra el chofer, y tras llegar a la parada se dio a la fuga, mientras los pasajeros atónitos veían la escena.
De esta forma llegó el chofer a la parada de la Ruta 18B, ahí donde nosotros tomamos el transporte, nadie se atrevió preguntarle que había pasado, con trabajo se había limpiado la cara en donde el jitomate había alcanzado a salpicarlo, tras recibir la orden de que continuara su jornada, el hombre se sube a la camioneta, un tanto apenado por lo manchado de su camisa, y continúa su labor.