Los Tigres partieron de Nuevo León y llegaron a Ciudad de México, que previo a la Final lució como una extensión de casa, cuando menos dentro del aeropuerto capitalino y previo al aterrizaje universitario.

El recibimiento fue casi tan cálido como la despedida de su tierra: el AICM se pintó de amarillo y azul, pero en esta ocasión los colores obedecieron al conjunto felino y no al popular ocupante del Estadio Azteca.
Los incomparables parecen tener una nueva ‘sucursal’, ocupada por una afición joven que admira a Delort, Torres Nilo y muchos otros que fueron asediados apenas descendieron del avión.
Abundaron las camisetas de Gignac y Aquino, ídolos emergentes de una causa felina que enloqueció en falso con la llegada del vacío autobús que esperaba a los futbolistas; luego del simulacro llegó la locura.
Palmas, cánticos y griterío dieron la bienvenida a los Tigres de Ferretti, que repartieron autógrafos en su maratónico trote hacia el transporte que ya les esperaba, en el que viajarán con maletas e ilusiones para un previo descanso antes de la hora clave en el verde césped. Previamente en Monterrey, la espera por la Final no importó a los aficionados de Tigres y más de dos mil espectadores despidieron al equipo.