
Considerado uno de los poetas mexicanos más importantes del siglo XX y un estupendo tallerista y tutor de 14 generaciones de becarios de la Fundación para las Letras Mexicanas (FLM), Antonio Deltoro deja, tras su muerte ocurrida este domingo a los 76 años de edad, una obra “estricta, luminosa y realmente formidable”, asegura el poeta Hernán Bravo Varela, quien destaca que la poesía de Toni, como lo llamaban los amigos, es “un magisterio para las nuevas, y no tan nuevas generaciones, a las que les dio su don notable, lleno de un reposado fuego”.
El poeta nacido en la Ciudad de México, el 20 de mayo de 1947, falleció un día después de cumplir 76 años de edad y sólo dos días antes de recibir un homenaje por parte de la Fundación para las Letras Mexicanas, a la que dio tanto como maestro y poeta. A la poesía le dedicó su vida, aunque estudió Economía en la UNAM.
Los restos de Antonio Deltoro fueron velados en una funeraria de San Jerónimo.
“Pienso que se fue un poeta de los grandes, un poeta como no habrá otro en mucho tiempo y que es un gran privilegio haberlo conocido y gozado de su amistad”, afirma la escritora Ana García Bergua, una de sus grandes amigas.
Por su parte, el también poeta, Armando González Torres, asegura que Antonio Deltoro fue creador de una obra poética concisa, pero muy significativa y singular en las letras hispánicas. “Fue un autor con una mirada generosa y aguda que concentró su obra en la observación de lo terreno y lo cotidiano. Apostó por el formato breve y el tono menor; sin embargo, detrás de su aparente sencillez hay un extraordinario trabajo de economía expresiva y depuración del lenguaje”.
González Torres señala del autor de Algarabía inorgánica, Balanza de sombras —con el que obtuvo el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes—, Poesía reunida y El quieto, que en gran parte de su poesía puede percibirse un sentimiento de melancólico goce y reconciliación con el mundo; además de una actitud de gratitud a la vida que tienen un efecto tónico sobre el lector y que provocan una sensación de alivio y bienestar.
Bravo Varela reconoce que Toni fue esencial para muchas generaciones de poetas por su vocación de tutor del programa Jóvenes Creadores del Fonca y en especial de la Fundación para las Letras Mexicanas, “fue una presencia tan entera como dulce y empática, siempre en ánimos de ir hacia una verdad llena de humor, de profundidad de miras y de celebración”. González Torres apunta que como formador de poetas, tuvo un gran respeto por la voces individuales, y mucho de su exigente oficio se replica en distintas generaciones de escritores. Deja entonces, detrás de sí, una obra curativa y entrañable y muchos discípulos”.