¡Abróchense los cinturones!

Trump instrumentó y encabezó una de las campañas electorales más divisivas y xenófobas de la que se tenga memoria en tiempos modernos en EU

Las elecciones intermedias del martes pasado han retratado a dos Estados Unidos emitiendo veredictos diametralmente opuestos sobre los primeros dos años de Donald Trump en el poder, produciendo una polaroid nítida, pero preocupante de la polarización política e ideológica que el mandatario estadounidense ha atizado, profundizado y solidificado. Trump instrumentó y encabezó una de las campañas electorales más divisivas y xenófobas de la que se tenga memoria en tiempos modernos en EU. El resultado, un Congreso dividido (Senado en manos del GOP y Cámara demócrata) y paridad a nivel de gubernaturas, es emblemático del país dividido que es hoy EU, encaminado a la balcanización y el enquistamiento tribal —basado más en valores que en ideología, identidad o demografía— y con una brecha nociva que no se zanjará pronto. La democracia estadounidense sigue siendo robusta; está diseñada para serlo. Sin embargo, una por una de sus instituciones están siendo infectadas por esta polarización tóxica.
Los resultados apuntan además a lo que será la tónica camino a las elecciones presidenciales de 2020. Demócratas y republicanos son hoy partidos con dos estrategias —y dos bases de voto duro— radicalmente distintas, caminando en direcciones opuestas. Trump está dividiendo al país, pero solidificando a su base, en una especie de triaje político. El GOP apostó al voto de hombres blancos, predominantemente en zonas rurales, y por eso retuvieron —sobre todo a raíz de las audiencias de confirmación del juez Kavanaugh a la Suprema Corte y con el alcahueteo de la caravana migrante— el Senado. Los demócratas apostaron al voto de mujeres, jóvenes y minorías en zonas urbanas y suburbanas, y por eso le arrancaron el control de la Cámara a los republicanos; 111 candidatas fueron electas a nivel estatal y federal, incluyendo a la primera gobernadora demócrata hispana (Nuevo México), así como las dos primeras representantes musulmanas y las dos primeras hispanas por Texas, la mujer más joven electa al Congreso y el primer gobernador homosexual en EU (Colorado). Retoman además, con las 7 gubernaturas que ganaron, control de los procesos de redistritación electoral cara a 2020. Hoy por hoy, las circunscripciones electorales, manipuladas por mayorías republicanas en la Cámara y en capitales estatales, favorecen claramente al GOP. De haber ocurrido esta elección con distritos delimitados de manera neutral, el resultado la semana anterior habría sido una debacle para Trump. El GOP ganó reteniendo el Senado y ampliando ahí su mayoría (Trump convirtió ese objetivo en el umbral de “victoria” en el cierre de las campañas) y una de dos gubernaturas de estados bisagra clave para el 2020, Ohio. La otra, Florida, está inmersa en un proceso de recuento. La elección también demostró nuevamente que sí hay un “voto oculto” trumpiano de 2 a 3% que se niega a contestar o miente en las encuestas, convencidos de que responder abona al control de las “élites” sobre ellos.
Estas dos apuestas de estrategia electoral se van a ahondar camino a la elección presidencial en dos años. La división entre las grandes metrópolis, zonas urbanas y suburbanas y las zonas rurales es el nuevo frente de batalla político-electoral e ideológico del país. Y esto también va a radicalizar lo que ocurra en la interacción entre la Casa Blanca y un Congreso dividido. En los próximos meses veremos a una rama del gobierno crecientemente caracterizando al titular del Ejecutivo como un delincuente. Y de la mano de la mayoría demócrata viene un alud de investigaciones y citatorios en torno a la corrupción, evasión fiscal, conflicto de interés y posible obstrucción de justicia de la actual administración. Trump, por su parte, estará caracterizando a los demócratas en el Congreso como traidores a la patria.
Si pensábamos que los últimos dos años habían sido turbulentos, no hemos visto nada aún. La elección en la Cámara, que socio-demográficamente retrata de manera más nítida al país, asestó una derrota y repudio irrefutables a Trump. Y representa un realineamiento tectónico y una radicalización peligrosa de la política estadounidense. Para un país como el nuestro que comparte con EU una frontera terrestre de 3 mil km, con 12 millones de mexicanos residiendo ahí, y con la convergencia y co-dependencia política, económica y social que caracterizan nuestros vínculos, éste es un escenario azaroso y de mal agüero.

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