
RETRATOS HABLADOS
A veces, cuando por la necesidad de intentar comprender el país que vivimos es deber atender una larguísima sesión de la Cámara de Diputados federal, confirmamos, una vez más, que buena parte de nuestros representantes populares son todo, menos los que llevan la voz del ciudadano de a pie, de los que siempre han estado urgidos de que alguien alce la voz por ellos. No, no me refiero al “pueblo” que siempre sirve como estandarte para cualquier movimiento, transformación o refundación de una nación.
Lo que vimos ayer en la discusión de la Ley de la Industria Eléctrica (algunos la conocen como Ley Bartlett, por el personaje de infame memoria), solo nos hizo ver que, salvo honrosas excepciones, aterrizamos de nuevo en un antiquísimo escenario, que por supuesto no inventó ni instauró Morena, sino que ha sido una constante desde hace el tiempo del México contemporáneo. Es decir que no hemos conocido ninguna otra alternativa real, en que sea el debate razonable, inteligente, respetuoso, el que guíe a cada uno de los legisladores, cualquiera que sea su partido de origen.
A ningún lugar se llega con el actuar de representantes populares que solo representan intereses de un lado o de otro, que reciben instrucciones directas e inobjetables por parte de sus “coordinadores de bancada”, personajes siniestros que tienen una relación directa con los personajes que representan el poder real en una nación como México.
Escuchar razones, argumentos de contenido, causan una profunda pereza a los que llegan con un voto de ningún modo razonado, sino pactado previamente a una pelea que es eso, una vulgar pelea en la que ganan los que son montón, pero a veces ni de esa manera logran su objetivo.
Siempre nos sorprendemos del infame nivel de los diputados federales, no todos insisto, pero sí un buen número. Siempre lamentamos esta situación, pero el hecho constante es que nadie representa a ninguno de los que conforman la conjugación: yo, tú, él, nosotros, ellos.
Son todo, menos “representantes populares”.
Lo que ayer vimos fue un llamado de alerta. Porque bajo el esquema actual en que se postulan y eligen diputados federales, da como resultado un nivel miserable, patético de discusión, en que los unos repiten los argumentos, como siempre ha sido así, del Presidente que es de su partido; y los otros, “la oposición”, el guion de que ahora salvan a la Patria del que día con día da muestras más preocupantes de los trastornos que provoca el poder en cualquier gobernante.
Porque apenas pasados los primeros oradores en favor y en contra de la “Ley Bartlett”, entendimos que lo que estaba en juego no era ni siquiera la mentada reforma constitucional, sino la pugna de los que buscan a toda costa asumirse como salvadores de un país: unos con la vieja historia de que con ellos nace un nuevo país, otros con el cuento de que ya aprendieron, ya no caerán en la corrupción, y ahora sí todo saldrá mejor que nunca.
Nunca una posibilidad de encontrar un acuerdo real, honesto, por el bien del país. Nunca la posibilidad de abandonar un viejo concepto de lo que es política, que tiene como eje hacerse dueño del poder para no dejarlo nunca.
A ninguno del yo, tú, él, nosotros y ellos, representan estos personajes curiosos, porque solo cumplen al pie de la letra la lectura de argumentos preparados para aplastar al que tienen enfrente, nunca para encontrar, o por lo menos buscar, la verdad. Al pueblo nadie, porque además el pueblo bajo su concepto, no existe, nunca existirá.
Mil gracias, hasta mañana.
jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta