RELATOS DE VIDA
A ti… que también me diste tu vida, tu amor y tú espacio; a ti que aunque no cargaste en tu vientre dolor y cansancio, si manifestabas los síntomas del embarazo y la preocupación por una boca más que alimentar, calzar y vestir.
A ti… que trabajaste de día y de noche, pendiente de todo lo que pudiera faltar, que me enseñaste a caminar, hablar y a obedecer, ante el miedo de la reprimenda de un buen cinturonazo, que me mostraste con ejemplo el valor de la humildad, respeto y dignidad.
A ti… que me cuidaste en la enfermedad, que me enseñaste a no tener miedo a la oscuridad, que me ayudaste a imaginar con cada cuento que leías antes de dormir, que me mostraste cómo cumplir con cada responsabilidad.
A ti… que me levantaste de cada caída, física y emocional, que me curaste las heridas de mi cuerpo y alma, que me proteges a cada momento, que me amas cada instante, que procuras mantenerme a salvo, a pesar de la distancia.
A ti… que no has escatimado en consejos, reflexiones, experiencias y sugerencias; y mucho menos en reconocer cada uno de mis pasos, logros y éxitos a pesar de los obstáculos, diferencias e ideologías.
A ti… que me has mostrado el camino para enfrentar una realidad cada vez más cruel y despiadada, que me has dado las herramientas para pelear contra mis propios molinos y has dejado que vuele, pero observando a la distancia.
A ti… mi Guerrero invencible, a ti mi luchador incansable, a ti mi amigo constante, el agradecimiento eterno, porque padre no es por un día, un padre es para todas las vidas.