MORELOS
SEGUNDA DE 2 PARTES
Mientras es arrastrada y siente como el vestido que trae puesto se va desgarrando, puede observar que es un espacio amplio donde hay carros viejos, empolvados, de algunos sólo queda el cascarón
Será hasta días después que Mariana se enterará que fue en Gruas Bahena en donde vivió la experiencia más aterradora de su vida. “Cuando entré vi a un hombre que era el vigilante, pero no pude decirle nada; me dijeron: ‘Cuando él se vaya te va a cargar la chingada’, así sólo pude esperar lo peor”, relata.
La mujer de 44 años y madre de gemelos recuerda un cuarto pequeño, sin luz, del cual no será fácil escapar. La puerta se abre y uno de los policías entra y comienza a meter la mano bajo su falda y a tocarle los senos. Mariana pone resistencia, pero la golpiza la tiene cansada, sus fuerzas no son suficientes para frenar lo que pasa.
Él gana, de espaldas y utilizando toda su fuerza la somete y la viola. “Al final me aventó los calzones y me dijo ‘póntelos’ y se fue, lo único que pude hacer fue llorar”, recuerda con coraje.
No sabe cuánto tiempo ha pasado, lo único es que se quiere ir de ahí, es entonces cuando uno de los policías, el más joven, entra al cuartucho y ella le suplica que la ayude.
Sin decir palabra el elemento de seguridad se retira, más tarde volvería con el teléfono y en un intento por sobrevivir Mariana llama al comisionado estatal para pedirle su ayuda, la llamada entra al buzón y decide que es buena idea dejar un mensaje de voz con familiaridad en presencia del policía, con la esperanza de que crean su historia y la dejen vivir.
El uniformado avisa a sus compañeros de la situación y cuando Mariana menos lo esperaba “me aventaron mi bolsa y la mujer, quien fue la que más se ensañó conmigo me dijo: ‘Te pedimos un taxi’”.
Con miedo de que la maten de un disparo por la espalda, sale del terreno al que fue obligada a ir, pero no se va a casa, sus hijos están ahí, no pueden verla así; decide ir con unos compadres, quienes la cuidan y curan por esa larga noche.
La mañana siguiente es aún más difícil, hay que dar explicaciones, hay que contar, hay que recordar, y es lo que menos quiere hacer Mariana, por ello decide no presentar la denuncia. Además guarda la esperanza de que Alberto Capella escuche el mensaje de una ciudadana en problemas y actúe.
Y eso parece cuando el 14 de diciembre es citada a hablar con el comandante Capella. En su lugar, se entrevista con el comandante Marco Antonio Lara Olmos, encargado de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, y Francisco Javier Viruete Munguía, de la Subsecretaría Operativa de Seguridad Pública, quienes le dicen que tienen conocimiento de su caso e identificados a sus agresores y que le brindarán el apoyo necesario.
Pero pasan los días y Mariana no puede salir de casa, está aterrada, alejó a sus hijos para protegerlos, se siente sola y las autoridades no dan respuesta. Decide levantar finalmente la denuncia, al ver que las autoridades faltaban a su palabra de que su caso se resolvería pronto, puesto que hasta los policías agresores estaban supuestamente ubicados.
El 20 de enero se dirige a la Fiscalía General para hacer su denuncia, pero los días pasan y no hay respuesta, por lo que toma la decisión de hacer uso de su doble nacionalidad y se va a la embajada española para solicitar ayuda.
La embajada notificó de los hechos al gobernador de Morelos, Graco Ramírez, pero eso tampoco cambió en nada el silencio que existe en torno a su caso. Ninguna autoridad ha dado respuesta al reclamo de justicia de Mariana, quien después de atreverse a denunciar su violación vive hoy con el miedo de que haya represalias en su contra por pedir que lo que pasó no quede impune.
“Todos saben lo que me pasó”, y por ello ahora responsabiliza a las autoridades de la entidad de cualquier cosa que pudiera ocurrirle a ella o sus hijos, puesto que ha pedido que se indague y se presente a los policías implicados que hace seis meses la privaron de la libertad y violaron.