¿A qué fue EPN a países árabes?

En las actuales circunstancias, resulta muy difícil de comprender cuáles fueron los objetivos centrales o el significado profundo de la visita de Enrique Peña Nieto a Medio Oriente.

 

Más allá de la sorprendente condecoración a quien encabeza un gobierno que enfrenta severos señalamientos sobre falta de libertades y de la ausencia de equidad de género, y apenas a unas semanas de la ejecución de 47 personas, la visita a la monarquía saudita deja más preguntas que respuestas.

Veamos: en primer lugar, porque en Arabia Saudita, la compañía nacional Saudi Aramco mantiene el monopolio en las actividades de exploración y producción de petróleo, por lo que no parecería buena idea hacer la usual propaganda de la privatizadora reforma energética peñista. Todavía peor sería que el gobierno mexicano cayera en el juego asimétrico de invitar a los sauditas a invertir en nuestro país, en sectores que ellos mantienen cerrados a la inversión extranjera.

Tampoco queda muy claro que el viaje fuera una manifestación de la voluntad para fortalecer la coordinación de México con los países productores, ya que no hace mucho, se presentó la solicitud de nuestro país para ingresar a la Agencia Internacional de Energía (AIE). Este organismo fue creado por la OCDE a raíz del shock petrolero de 1973, cuando el precio del crudo se cuadruplicó en unas semanas; surgió para contrarrestar el poder de mercado de los países exportadores de crudo, particularmente los agrupados en la OPEP. Actualmente, de los 29 miembros de la AIE, sólo Noruega es exportador de petróleo.

De hecho, en aras de una cierta independencia (la que puede tener un país tomador de precios), México evitó tomar partido en la dicotomía AIE/OPEP, aunque en momentos críticos se coordinó con la segunda. El gobierno tendría que explicar las razones del abandono de esta posición en el plano internacional.

Por otro lado, pero no menos importante, en México la implementación de la reforma ha privilegiado la entrega a rajatabla de nuestra riqueza petrolera, por encima de la consolidación del nuevo diseño institucional del sector energético. A pesar de los bajos niveles del precio del crudo, las licitaciones siguieron su curso con el aparente objetivo político de que antes del final del sexenio haya, a como dé lugar, producción petrolera adicional a la de Pemex. Esto no ayudaría en nada a elevar los precios del crudo. ¿No es tiempo de reflexionar sobre la pertinencia de los plazos y momentos de las siguientes licitaciones? ¿No es el momento de que se destinen recursos públicos para invertir en el fortalecimiento de Pemex y así evitar su quiebra, que en nada beneficiaría al país, a sus ingresos, a su imagen y calificación internacional, incluida la del propio gobierno mexicano?

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