A propósito del Día de Muertos (I)

SABER PARA CONSTRUIR

    La ironía en forma de verso, expresión de rebeldía ante la cotidianeidad de la época, que de mano en mano se populariza y sirve de bálsamo ante la propia condición. Crónica que dibuja la tragicomedia mexicana, en la que la gente muere, pero de risa: “Las pulidas Carolinas, Que se van a platicar En la tienda y las esquinas, Y se la echan de catrinas Porque se saben peinar: Han de dejar sin escusa Los listones y el crepé, Y en un hoyo cual de tasa (sic), Se hundirán con todo y blusa, Con choclos y con corsé” (Imp. de A. Venegas Arroyo, 1913).

Culturalmente la muerte tiene una importante carga simbólica que se asocia con diversas expresiones surgidas a lo largo de la historia humana. Se le representa, por ejemplo, con una guadaña, pues la muerte sega vidas. Otras expresiones, como la de José Guadalupe Posadas, le adorna caracterizándole como La Catrina (bautizada así por Diego Rivera), a fin de expresar que la muerte no distingue entre pobres y ricos. En este caso como crítica a la situación de la época entre finales del siglo XIX y los primeros años del siglo XX: “Hay hermosas garbanceras, De corsé y alto tacón; Pero han de ser calaveras, Calaveras del montón” (Imp. de A. Venegas Arroyo, 1913).
    La ironía en forma de verso, expresión de rebeldía ante la cotidianeidad de la época, que de mano en mano se populariza y sirve de bálsamo ante la propia condición. Crónica que dibuja la tragicomedia mexicana, en la que la gente muere, pero de risa: “Las pulidas Carolinas, Que se van a platicar En la tienda y las esquinas, Y se la echan de catrinas Porque se saben peinar: Han de dejar sin escusa Los listones y el crepé, Y en un hoyo cual de tasa (sic), Se hundirán con todo y blusa, Con choclos y con corsé” (Imp. de A. Venegas Arroyo, 1913).
    “Para el habitante de Nueva York, París o Londres, la muerte es palabra que jamás se pronuncia porque quema los labios. El mexicano, en cambio, la frecuenta, la burla, la acaricia, duerme con ella, la festeja, es uno de sus juguetes favoritos y su amor más permanente” (Octavio Paz). Tal es el clima que rodea las festividades del Día de Muertos en México. Como es el caso de las fiestas indígenas dedicadas a los muertos, que han sido inscritas (2008, originalmente proclamado en 2003) en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
    Se trata de una celebración anterior a la llegada de los españoles (desde hace más de tres mil años) en rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento. Vida después de la vida, cuya celebración se hizo coincidir con las festividades católicas de Fieles Difuntos y Todos los Santos (1 y 2 de noviembre, respectivamente). No obstante, en algunos lugares de México la celebración inicia el 28 de octubre, en el caso de muertes trágicas. También se dedican días especiales para las almas de niños que fallecieron sin haber sido bautizados o quienes no tienen familia que los recuerden (30 y 31 de octubre).
    “Esas fiestas tienen lugar cada año a finales de octubre y principios de noviembre. Este periodo marca el final del ciclo anual del maíz, que es el cultivo predominante en el país. Para facilitar el retorno de las almas a la tierra, las familias esparcen pétalos de flores y colocan velas y ofrendas a lo largo del camino que va desde la casa al cementerio. Se preparan minuciosamente los manjares favoritos del difunto y se colocan alrededor del altar familiar y de la tumba, en medio de las flores y de objetos artesanales, como las famosas siluetas de papel” (Unesco).
    La muerte como hecho biológico también tiene sus significados y forma parte del ciclo de vida natural de los seres vivos. Cambia, sin embargo, la manera en que morimos los seres humanos de acuerdo con el contexto histórico y geográfico en que vivimos y, por ende, al estudiar a la muerte como fenómeno demográfico es posible aproximarse desde distintas perspectivas.
    La mortalidad es uno de los componentes demográficos que determinan el tamaño y la composición por sexo y edad de una población en un momento dado del tiempo. Toda muerte se asocia con una causa, es decir alguna enfermedad o lesión que conduce a perder la vida. Se trata de causas endógenas que obedecen a factores biológicos (malformaciones congénitas, enfermedades degenerativas producidas por el envejecimiento del organismo), o causas exógenas que dependen de factores socioambientales, externos a las personas (enfermedades infecciosas y parasitarias, traumatismos accidentales). Influyendo aspectos tales como los avances en la medicina, las mejoras en los programas de salud y prevención de enfermedades, la disponibilidad de agua potable o mejores pautas nutricionales, para que en conjunto exista mayor esperanza de vida.
    Los avances en México han sido notables. En 1930 las personas vivían en promedio 34 años, para ubicarse en 61 años en 1970. Hacia 2000 la esperanza de vida de los mexicanos fue de 74 años y actualmente ronda los 75 años. Sin embargo, se encuentra por debajo de la que se observa en otros países con mejores condiciones de desarrollo y mejores estándares de vida para la población, que en algunos casos superan los 80 años.
* Investigador de El Colegio del Estado de Hidalgo

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