RELATOS DE VIDA

No estaba en sus planes salir de fiesta, para ella el ambiente nublado, lluvioso y gris representaba quedarse en casa en pijama, preparar un buen café y algo ligero para comer, recostada en el sillón y viendo películas.

Rechazó varias veces la proposición de acudir a un bar a tomar una cervezas y bailar con las amigas, pero no fue suficiente, porque cerca de las 10 de la noche llegaron a su hogar para obligarla a disfrutar de la noche, pese a que se seguía rehusando.

Claramente se notaba enojada y sin ánimos, sus expresiones mostraban el disgusto de haber salido, y por esa simple razón se limitó a permanecer sentada y tomar pequeños sorbos a la bebida que le invitaron las amigas.

Se acercaba la medianoche y seguía malencarada, pero decidió levantarse y alcanzar a sus amigas en la pista de baile, en donde poco a poco comenzó a relajarse y por fin disfrutar del momento.

Después de un rato, regresó al lugar reservado para dar otro sorbo a la bebida, pero antes de llegar un tropiezo le hizo caer sobre un joven que también se dirigía hacia su reservado para refrescarse con su cerveza.

Pocos se percataron que ambos se encontraban tirados en el piso, tardaron unos minutos en ponerse de pie, y al hacerlo se ofrecieron disculpas y permanecieron unos instantes más mirándose fijamente a los ojos.

El cambio del género músical los sacó del trance, para iniciar una plática, compartir tragos e intercambiar números telefónicos. La noche de fiesta terminó, llegó a su casa con una gran sonrisa aunque temerosa si volvería a reencontrarse con el jóven del que se enamoró a primera vista.

Al día siguiente, un mensaje le respondía a la pregunta formulada antes de dormir: “Buenos días, me encantó tropezar contigo, espero que el sentimiento sea mutuo y que podamos vernos nuevamente”.