A medio camino

Me detengo en este punto, pues dichas reformas fueron la piedra de toque de la primera parte del actual sexenio. Aprobadas con prontitud y en estricto apego al paradigma de desarrollo dominante, han dejado ver sus limitantes.

 

No hay día que no llegue. Ya estamos a la mitad de la presente administración federal y aún con las reformas, el balance entre logros y fracasos no parece ser favorable en diversos ámbitos de la acción pública. Lo más relevante son las cuestiones relativas a la economía nacional y seguridad.

En el ámbito económico hay factores externos que influyen necesariamente y lo hacen de manera negativa. Esto se debe a que las debilidades estructurales del país permiten que esa influencia sea más perniciosa. El enfoque del modelo económico está orientado al mercado global y la principal moneda de cambio nacional siguen siendo los recursos naturales, particularmente el petróleo, y la mano de obra barata aunque poco calificada para la competencia internacional.

Además del ambiente aciago que priva en las cuestiones de seguridad pública, puede observarse una importante liga con la actividad económica. La notable incertidumbre evita que lleguen en volumen suficiente las ansiadas inversiones desde el exterior. Las empresas asentadas en el país, a su vez, invierten cada vez más recursos en medidas para proteger sus instalaciones, y la movilización de insumos y mercancías.

Eso sin contar el saldo desfavorable en materia de muertes violentas, secuestros y desapariciones, en comparación con los tres primeros años de anteriores sexenios. No obstante el incremento notable en el rubro de gasto público en ésta materia, la corrupción es un flagelo que limita seriamente el funcionamiento de todo el aparato de justicia. A la coordinación entre los tres órdenes de gobierno le falta funcionalidad, incluso considerando cuerpos policíacos de mando único, rubro donde influyen mucho los colores partidistas. La creación de la gendarmería nacional, por su parte, tiene poco tiempo.

Los aspectos sociales también son importantes. Los resultados de la evaluación de la política de combate a la pobreza han dejado ver el efecto de la situación económica que priva en el país. La incidencia de este problema social ha recuperado niveles similares a los del primer lustro de la década de los noventa, cuando el llamado “error de diciembre” puso en entredicho la efectividad del modelo económico instrumentado en términos de desarrollo social y humano.

También existen notables diferencias en el desarrollo regional del territorio del país. Se pueden identificar tres grandes franjas en el grado de desarrollo (norte, centro, sur) y las acciones puestas en práctica han incrementado la brecha de desigualdad entre ellas. Aún con las reformas estructurales aprobadas por el congreso saliente.

Me detengo en este punto, pues dichas reformas fueron la piedra de toque de la primera parte del actual sexenio. Aprobadas con prontitud y en estricto apego al paradigma de desarrollo dominante, han dejado ver sus limitantes.

Sabemos que no hay una varita mágica, pero siguiendo el mismo camino se obtendrán resultados similares. En función del interés nacional, es mucho lo que se puede cambiar.   

 

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