A los padres ausentes…

PIDO LA PALABRA

Es difícil el camino cuando ya no hay una mano
firme que nos guíe y te das cuenta que ahora
eres tú esa nueva mano cuya misión es guiar

En ocasiones como ésta, la tristeza nos invade, incluso hay veces que hasta una furtiva lágrima recorre nuestra mejilla, y no entendemos o no queremos entender porqué sucede; sentimos nostalgia al ver a una familia tomados de la mano, y entonces nos acordamos de aquellos días no muy lejanos en los que nosotros también teníamos una mano que agarrar; vemos en la calle a un perro y de inmediato viene a nuestra mente aquel animalito que más que una mascota era un miembro más de la familia; después de todo, quizá la tristeza sea por darnos cuenta que también necesitamos a alguien que nos ladre de vez en cuando.

Cuando los seres queridos están con nosotros, hacemos todo lo posible por dejarlos ir, los ignoramos, los dejamos en un segundo plano de nuestra mente; pero después en su ausencia, nos obstinamos en retenerlos en nuestro recuerdo. En todo caso, en esa obsesión de no querer olvidar se encuentra una gran dosis de ese sentimiento inútil llamado culpa.

Sentimos culpa por todo aquello que hicimos o dejamos de hacer cuando esas personas, cosas o quizá hasta animales estaban con nosotros; el remordimiento destruye nuestras entrañas y no nos deja en paz; pero ya nada se puede hacer, ya que por mucha culpa que sintamos, no se corregirá el pasado; el flagelarnos con la horrible oscuridad de la tristeza no secará las lágrimas del alma.

No hay mejor cura para la tristeza que nos provoca la culpa que el actuar en el presente; no esperes a que llegue el mañana para atender ese presente que a cada segundo se convierte en pasado; hoy toma la mano de esa hermosa persona que tienes a tu lado, demuéstrale tu afecto y encontrarás que el efecto rebote es todavía más maravilloso.

Besa la mejilla de tu padre, de tu hermano que quizá también ya es padre, mañana puede ser demasiado tarde, y entonces, te seguirás culpando por no haber actuado a tiempo, por haber dejado pasar esa maravillosa oportunidad de recibir una respuesta que hoy por mucho que la lloremos y ansiemos, nunca más llegará.

No te preguntes ¿por quién lloras?, mejor preguntate con quien vas a disfrutar este transitorio y hasta convencional día de felicidad, que a la postre, será eterno en nuestro pensamiento.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.

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