RELATOS DE VIDA
-Ándale, aunque sea a escondidas, ya no aguanto otro día sin verte, por fitas, siii – Imploraba Miguel a su novia Luna; una jovencita de apenas 16 años sin ninguna relación previa, a través de una llamada por celular.
-No puedo, mi papá está aquí, ya sabes que no me deja salir, yo también me muero de ganas de verte, pero simplemente es imposible – respondió la señorita con un tono de nerviosismo y ganas por buscar la manera de escaparse.
– Te propongo algo, pide permiso para ir a la tienda a comprar algo, yo te alcanzo ahí en unos minutos, aunque sea para verte un ratito, y darte los besos que tengo acumulados, y fundirte a mi pecho en un abrazo largo, que permitan aguantar hasta la próxima vez que mis ojos tengan el privilegio de verte – sugirió el inquieto joven.
– Está bien, dame chance unos cinco minutitos, voy a pedir permiso, y regreso rápido para avisarte- dejó el teléfono sobre la cama en la que estaba recostada, y se levantó de golpe para realizar la solicitud a su padre – Listo, le dije que iba a ir por unas galletas, que no tardaba, te veo ahí en unos 10 minutos, en lo que me pongo algo abrigador.
-Si, muy bien, muy bien, ya salgo para allá – contestó alegre y ansioso; y colgó la llamada que hace apenas 10 minutos había realizado, a la chica que él considerada la de sus sueños, no sólo por la belleza externa, sino por todo lo que le hacía sentir.
Miguel fue el primero en llegar a la tienda, totalmente arreglado y perfumado; minutos después lo alcanzó Luna, quien caminaba con nerviosismo por la emoción de encontrarse con su primer amor y por haberse escapado de su padre.
No hicieron falta las palabras, la primera acción fue correr y abrazarse fuertemente durante largo tiempo; que después se complementó con una serie de besos intensos, como si en eso se les fuera la vida, o más bien el pequeño instante que tenían.
Ya habían transcurrido cerca de 15 minutos, y tenía que regresar, pero antes se introdujo a la tienda, compró unas galletas, y antes de despedirse hasta el próximo momento, volvieron a abrazarse y besarse, para soportar los días que estarían alejados nuevamente.
Sin embargo se les fue el tiempo, aunque para ellos, representaba el paso de una estrella fugaz; cuando de repente escuchó – Luna ¿qué estás haciendo?, dijiste que solo venías por unas galletas, ¿quién es el?- era su padre, que con la tardanza decidió ir a buscarla.
-Ya compré las galletas papá, ya iba para la casa, sólo me estaba despidiendo – respondió temerosa – ¿quién es este escuincle? – volvió a preguntar su papá – Es Miguel, un amigo – la interrumpió su progenitor – ¿Un amigo? ¿Y de un amigo te despides de un beso en la boca?, desde ahora no volverás a salir, si no es con uno de tus hermanos, y tu jovencito, no quiero que te vuelvas a acercar a mi hija –la tomó del brazo y la jaloneó hasta llegar a su casa.
A partir de ese momento, la relación de Miguel y Luna fue vía telefónica; ella siempre salía acompañada, mientras que él la espiaba para tratar de encontrar el momento de besarla y abrazarla; aunque con el paso del tiempo, la dinámica disminuyó hasta desaparecer.
Un buen día se volvieron a encontrar, Miguel y Luna iban acompañados de sus parejas correspondientes, pero el impacto fue tal que removió todos los recuerdos y el cariño que se tenían.
Con la inquietud lograron contactarse, después buscaron un encuentro, y a partir de ahí recobraron la dinámica de jóvenes; buscaban verse y amarse a escondidas; ya no por la protección de un padre, sino por sus parejas, con quienes ambos, ya estaban comprometidos.