LAGUNA DE VOCES

Tu voz, la de todas
    •    A la mujer del mercado le habían hablado a su celular desde Guadalajara para informarle que su hija había sido asesinada


El techo de láminas acanaladas del mercado de la colonia empezó a vibrar con el llanto y luego brincó estrepitosamente cuando la mujer que vende pescado gritó un “¡No, Dios mío!”, que todos jurarían provenía de una caverna profunda, tan profunda como el dolor inhumano que a veces deben vivir los simples mortales sin otra alternativa para soportarlo que la garganta a punto de reventar, el rictus de un rostro que de pronto se transformó en el de María cuando carga a su hijo bajado de la cruz, luego de un calvario de un dolor solo comparado con el de la madre que carga el cadáver carne de su carne.
    A la mujer del mercado le habían hablado a su celular desde Guadalajara para informarle que su hija había sido asesinada por el hombre que vivía con ella, no se sabe si esposo o concubino. Meses antes la mandó al hospital con el rostro quebrado y la certeza en ella, de que tarde o temprano la mataría.
    De alguna manera la vendedora de filetes de pescado, mojarras, truchas y también cocteles de camarón sabía que la tragedia rondaba a su hija, que sin saberlo las fiestas navideñas del 2018 algo tuvieron que abrazó como nunca a la hoy difunta, le dijo que la quería con todo el corazón, que no dudara en hablarle si tenía problemas con el hombre que ya la había golpeado, que si lo decidía viniera a vivir de nuevo a su tierra y olvidara esos capítulos tan tristes de su existencia.
    Pero murió, la mataron, con saña, con la furia que solo tiene cabida en los cobardes, en almas miserables que son capaces de pegar y pegar a una cara deforme, sin la nariz hermosa que había heredado de su madre, sin los labios rojos granate, reventados y convertidos en una costra al paso de las horas.
    En los últimos meses del 2019, la mujer supo al dar clic al botón verde con que se reciben las llamadas, que algo malo le sería anunciado, algo que de alguna forma acabaría con su propia existencia, porque sin duda es posible seguir con vida luego que un hijo muere por enfermedad, accidente o lo que usted mande, pero no cuando es asesinado de manera injusta, cruel, devastadora.
    Hace apenas unas semanas regresó a su puesto. Ella es una mujer fuerte, llena de coraje para ganarle al infierno que bajó a la tierra para querer destrozarla y no pudo, viera usted que no pudo porque no ha dejado día sin cumplir con la encomienda de vender los mejores filetes de tilapia, mojarra, hasta de trucha arcoíris traída de Huasca. Nadie sino ella sabe que hacerse cargo de sus dos nietos es asunto de sacrificio y sobre todo lucha cotidiana contra los miserables que agreden a una mujer hasta matarla.
    Cuando pegó el grito la mañana de ese día, prometió no olvidar, no dejar una sola mañana cuando llegara al mercado sin platicar con su hija, sin pedirle que desde donde esté le ayude a cuidar de sus nietas para que nunca acepten que hombre alguno las maltrate. Para que enseñan a sus amiguitas de la escuela que nunca será normal que una novia le tenga terror al novio, una esposa al esposo, una mujer soltera a los que desde los autos les gritan piropos que no lo son porque ofenden, porque dan por descontado que si van solas es porque algo buscan.
    Ahora su grito es diferente, porque es la voz tranquila que repite: “¡No Dios mío!”, pero al que agrega, “no permitas que esto vuelva a pasar nunca, en ninguna mujer, en ninguna. Dame la voluntad para que sepan de lo que le pasó a mi hija, para que griten, denuncien y vuelvan a denunciar, porque de las ofensas verbales siempre pasan a las de tipo físico y luego al asesinato”.
    Ella dice que apoyará con todo cualquier acción que se haga para terminar con lo que hoy sucede en el país, pero que irá a trabajar el próximo día 9 porque está el compromiso con sus nietas, y cumplirles es la mejor forma de ser solidaria con las que, como su hija, han sido víctimas de este infierno en que hay hombres que matan a sus parejas.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuraez.mx
@JavierEPeralta

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