Las lecciones de Granados y Rivera

RETRATOS HABLADOS

Alfredo Rivera Flores fue impulsor de proyectos periodísticos fundamentales en la historia de la entidad, fruto de un interés definitivo por generar un trabajo más profesional y crítico, como seguramente observaba que hacía Miguel Ángel Granados Chapa en la capital del país. Junto con Arturo Herrera Cabañas impulsó no solo entre los que se dedicaban a esta profesión u oficio, sino en todos los que de alguna forma gozaban de su plática, un interés real por la reflexión.
    Rivera Flores supo, en su momento, aglutinar una generación de reporteros que buscaron el florecimiento de un periodismo que otorgara el medio de expresión necesario a movimientos que en ese entonces eran observados con recelo por las autoridades estatales. Sin embargo abogó por no desembocar en un trabajo contestatario sino periodístico, enterado, de investigación.
    Militó también en la izquierda hidalguense, y al igual que Granados Chapa, en un momento decidió que era tiempo participar en las lides electorales.
    Hace tiempo que no lo veía y con sorpresa, de su propia voz, me enteré que está por llegar a los 80 años de edad. De Granados, Herrera y Rivera, solo él sobrevive, y sin duda los ya fallecidos se sentirían regocijados por el buen trabajo desempeñado por Alfredo en la tarea que parece eterna: hacer la denuncia en casos de oprobio del poder hacia la sociedad.
    Luego de 15 años de litigio por la publicación de un libro en que da cuenta de la historia de uno de los grupos políticos más poderosos en la entidad, el Universidad, específicamente de su dirigente, Gerardo Sosa Castelán, Rivera Flores celebró que por fin ese capítulo llegó a su fin con un pago por más de 700 mil pesos por “daño moral”, del que fue acusado por el personaje citado, quien pretendía fueran 16 millones de pesos.
    No fue nada fácil hacer frente a una demanda que incluyó también a Granados Chapa, al fotógrafo Héctor Rubio y al diseñador Enrique Garnica. “Escribiría y publicaría de nueva cuenta el libro”, dijo, porque para él resultaba un deber indeclinable dar cuenta de un larguísimo capítulo negro en la política del Estado, que no el único, y que conoció de primera mano.
    Ahora que uno tiene la oportunidad de ver en perspectiva la tarea realizada por Alfredo, sin duda es posible evaluar con más certeza no solo su investigación, sino el carácter para hacerlo en momentos en que el dirigente del Grupo Universidad gozaba de poder absoluto, y en que se veía como casi segura su candidatura por el PRI al gobierno de Hidalgo.
    No, no resultaba sencillo para quien radicaba en la misma entidad que el personaje central de su libro, apostar no solo recursos sino la integridad de él y su propia familia, y mantenerse en su decisión de publicar un libro que sabía, le generaría complicaciones de todo tipo.
    Sin embargo lo hizo, y las consecuencias son de todos conocidas.
    Siempre será una tarea arriesgada enfrentar el poder, todavía más cuando los usos y costumbres del mismo distan de ser por la vía pacífica o conciliatoria.
    Granados Chapa murió sin saber en lo que concluiría el juicio, y luego de declinar aceptar algo así como el “perdón” de la parte ofendida por prologar el texto, se mantuvo al lado de Rivera Flores hasta que falleció.
    El gesto de amistad entre amigos que se conocían de toda la vida, es sin duda una lección que dejó el autor de “Plaza Pública”. La dignidad ante una situación tan crítica, la que hoy mismo presenta Alfredo.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta
    

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