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RETRATOS HABLADOS

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* Respetar la vida, respetar la muerte

Durante mucho tiempo la nota roja, las fotografías con personas con el rostro desfigurado y los intestinos de fuera, se convirtieron en el principal “gancho” para la venta de muchos periódicos. Era muy común la afirmación de algunas personas en el sentido de que esos medio informativos “chorreaban sangre”.
    Los nuevos tiempos en que la violencia rebasó todo límite, llevaron al cambio radical en estos menesteres, y a descubrir que además de explotar ese gusto por el dolor ajeno, existía otra posibilidad de ganar lectores, sin duda más complicada pero capaz de apacentar el alma incluso del que escribía la nota.
    Por eso llama tanto la atención la divulgación fotografías de la mujer asesinada y desollada en la Ciudad de México, que se ha traducido en una justa indignación por parte de muchos ciudadanos. Porque al dolor de perder a un pariente, ahora se suma la exhibición de su cuerpo mutilado.
    Un principio básico de todos los que nos dedicamos al ejercicio del periodismo, es pensar no sólo en la víctima de un crimen como el anotado, sino en sus padres, hermanos, hijos. Sano es que haya pasado al olvido la forma como se glorificaba el crimen, pero además se divulgaba la imagen de la persona victimada.
    Todos, infinitamente todos, estamos expuestos a que una tragedia como la que hoy conmueve a la sociedad mexicana, nos pueda suceder. Tal vez los editores de cierre en cualquier medio informativo debieran hacerse esa pregunta, cuando crece la tentación de aumentar la venta de ejemplares por el camino fácil de hacer apología del crimen, del dolor humano.
    Seguramente al hacerse esa pregunta optarían por declinar esa alternativa del marketing que se soporta en la agonía de otros.
    Sin embargo es un hecho: la violencia que vive el país no tiene precedentes, aunque sí antecedentes y orígenes. No surgió de pronto en el sexenio del Presidente López Obrador, vaya pues, no es su creación, sino una herencia imposible de controlar.
    Cuerpos desmembrados, quemados, descabezados, es el pan de cada día que no termina, que se mantiene como el terror más grande entre los ciudadanos.
    Pero los medios tenemos una responsabilidad en cuidar los cuerpos de los difuntos como si fueran nuestros, en tratarlos como cercanos y respetarlos, en cancelar las fotografías donde no queda nada, sino dolor.
    También en no seguir bajo ninguna circunstancia la tesis de series de televisión, donde se coloca casi en papel de héroes a capos del narcotráfico, sin dar nunca la versión de los asesinados, los masacrados, los sin nombre que dejaron profundos vacíos en sus familias.
    Sin darnos cuenta de pronto ya repetíamos la frase del criminal colombiano, “¡mal parido!”, como si fuera asunto de broma, de hablar graciosos del hombre de bigote que no dudó en ordenar poner bombas en cines, auditorios, con tal que de ser detenido.
    Y no, no son héroes ni nada por el estilo. Son criminales que dañan, que lastiman a quien tuvo la mala suerte de toparse en su camino.
    Toda esta violencia enferma a todos, confunde, provoca miedo y la necesidad justa de impulsar el respeto a los cadáveres, a los restos de personas que fueron igual que usted, que cualquiera que hoy saludamos y deseamos le vaya bien.
    Atreverse a filtrar fotografías de una mujer hermosa en vida convertida en un despojo sanguinolento, debe llevarnos a una profunda reflexión y a un acto de contrición para respetar la vida al respetar la muerte de un ser humano.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta