LAGUNA DE VOCES

* Era una calle que espera, esperanzada, la esperanza

Era una calle con asfalto reventado por las lluvias, luz que dejó de ser mercurial para transformarse en lo que llaman lead con iguales resultados mediocres aunque más barata; topes de cemento con alma de acero para bajar en lo posible el alma endemoniada de los conductores de colectivas, rejas en cada casa para intentar guarecerse del crimen, algunas con cámaras que la mayoría de las veces no funcionan; era un calle donde la tierra es el único elemento que iguala a sus habitantes, y lo mismo se mete a la cochera, sala, comedor y habitaciones, porque no tiene otra cosa que hacer en un lugar desolado, solo risueño por unos pocos que afirman que nada les amargará la existencia, aunque carguen con un alma dolorida y llena de cicatrices. Era una calle desde que era joven y ya no esperaba nada del futuro, porque a veces se comprende que ni con una lotería se puede cambiar un fragmento del destino que nos dejaron escrito en la frente, apenas salimos del vientre materno. A veces lloramos como espantados por la suerte, y entonces el viento levanta las lágrimas, las hace lluvia y de alguna manera se refresca la tarde que amenazaba consumir nuestros suspiros. Era una calle con árboles que mes con mes desaparecieron sin que nadie reportara esa tragedia, tal vez porque a nadie le interesaba perder ni un centímetro para ahogarse en cemento y pisos. También había mascotas, pero un buen número sin dueño real, y pocos, muy pocos adoración de sus dueñas y dueños. En esa calle solo abunda el recuerdo de lo que alguna vez fue no esa calle sino su moradores, que se miran con recelo unos a otros, pero se encuentran de alguna forma en el momento que dejan de mirar el cielo y se sumergen en la memoria que los ayuda a vivir. Era una calle donde viví la última parte de existencia y por alguna razón descubrí junto con muchos, que la felicidad puede padecerse, buscarse, esconderse y una que otra ocasión pegarse a la piel de los que aceptan por fin que fueron descubiertos por el amor a punto de dar el paso al frente donde habitan los que duermen bajo lunas y soles que no son los que todos vemos. Era una calle pese a todo hermosa, puntual en sus asuntos de lo cotidiano, seria las mañanas cuando el tráfico se hacia espantoso, pero sin enojo porque no se enojaba. Era posible verla metro a metro, con los jardines de buganvilias creación de un hombre de edad que vivía solo, pero capaz de hacer realidad su necia esperanza de que alguno de sus hijos llegara a visitarlo en cualquier Navidad, y colgaba de los postres una estrella para guiar la llegada del que nunca llegaba. Esperaba con tanta paciencia que todos acabamos por hacernos de esa vocación para, iniciado enero, retomar las palabras y las imágenes que le rejuvenecían el corazón porque el nuevo año era el bueno. Buena parte de los que hicimos de esa calle nuestra vida, aprendimos que la esperanza no es un don otorgado por los cielos como la fe, sino una tarea de todos los días, que debe nutrirse con señales que impidan perdernos en la desesperación. Era una calle de asfalto reventado por tanto bache, pero revivida en la vocación del que espera esperanzado la esperanza.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta

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