Las encuestas indican que Bernie Sanders, de 78 años de edad y senador por el estado de Vermont, será el ganador de las votaciones primarias demócratas en New Hampshire. La semana pasada, Pete Buttigieg, quien hasta hace poco era alcalde de la pequeña ciudad de South Bend, Indiana, obtuvo un apretado triunfo en Iowa, también por las primarias.
Por su parte, Joe Biden, Elizabeth Warren, Michael Bennet, Michael Bloomberg, Tulsi Gabbard, Amy Klobuchar, Deval Patrick, Tom Steyer, Andrew Yang y Cory Booker, completan el concierto de “pre-candidatos” que están en búsqueda de la nominación demócrata para la elección presidencial de este año en Estados Unidos.
Tal como sucedió en el proceso electoral que culminó en 2016, año en que Hillary Clinton fue la candidata del Partido Demócrata y quien, como se sabe, finalmente perdió la elección, los demócratas están teniendo muchas dificultades para ponerse de acuerdo en torno a un solo liderazgo que les represente, pero principalmente, que ofrezca una posibilidad auténtica de vencer al todavía presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.
En un inicio, parecía que los tres candidatos “fuertes” a la candidatura demócrata serían Joe Biden, Vicepresidente en la administración de Barack Obama, la senadora Elizabeth Warren y el propio Bernie Sanders. Sin embargo, con el paso de los meses las figuras de Biden y Warren se han ido apagando, mientras que Sanders ha ido consolidando su movimiento; al tiempo que Pete Buttigieg emergió como una opción fresca, que resulta atractiva para muchos electores.
Todo esto da cuenta, en primer lugar, de la complejidad que encierra el sistema electoral norteamericano, que es muy distinto, por ejemplo, del que tenemos en México -aunque también éste tiene sus bemoles y dificultades teóricas y prácticas-, pero además, nos permite reflexionar sobre la necesidad que tienen los demócratas de encontrar un liderazgo que pueda unificar a su “militancia”, misma que se encuentra sumamente lastimada y resentida contra las altas esferas del partido, a causa de la corrupción, la poca efectividad en el gobierno y el abuso de poder.
Y es que a pesar de todos los escándalos, el reproche generalizado de la población e incluso del fallido intento de lograr un impeachment contra Donald Trump, lo cierto es que a nivel del Partido Republicano, el impresentable presidente de EUA sigue siendo sumamente popular y cuenta con una gran aceptación entre sus votantes. Entonces, el balance es claro. Si los demócratas quieren recuperar la presidencia, necesitan dejar de generar división y unirse, sin reservas ni mezquindades, para hacer frente común a Trump.
Creo que la respuesta podría estar en Bernie Sanders, cuyo movimiento socialdemócrata obtuvo una fracción significativa durante las primarias de 2016, cuando como senador independiente se reunió con los demócratas, postulándose contra Hillary Clinton. Su agenda política incluye varias propuestas progresivas, muchas de las cuales han sido gratamente aceptadas por las bases del Partido Demócrata, como ampliar la atención médica, ampliar la red de seguridad social y hacer que la educación superior sea gratuita.
Pero sobretodo, considero que Sanders, paradójicamente al igual que Trump, apela a ciertos sectores de la sociedad estadounidense que en su momento creyeron que el republicano podía ser su adalid; los olvidados, los maltratados, los más castigados por la voracidad del capitalismo. Solamente que Bernie, lo hace desde un discurso de justicia, equidad, tolerancia y defensa de los derechos humanos.