Conciencia Ciudadana
Durante el viejo régimen se planteó frecuentemente la necesidad de una nueva constitución que sustituyera a la de 1917, debate que, en el momento actual, ha perdido fuerza por razones diversas.
Cuando el neoliberalismo campeaba a sus anchas, los gobernantes intentaron cambiar el marco constitucional vigente. Sin embargo terminaron por eludir el tema porque implicaba, necesariamente, una consulta ciudadana de tal alcance y profundidad que bien sabían ellos, podría volverse en contra de sus intereses. Por consiguiente, el único camino que les quedó fue impulsar los cambios constitucionales mediante las llamadas “reformas estructurales”; es decir, cambios de la estructura constitucional a favor del sistema neoliberal, aunque manteniendo formalmente la Constitución del 17.
Otra circunstancia que impidió desechar la Constitución actual fue la representación dividida en el poder legislativo, donde ninguna fuerza política alcanzó (desde los años ochenta hasta el año pasado), el número suficiente de votos para lograr sus propósitos sin consensuar con los demás partidos. Este impedimento fue especialmente enfático en las administraciones de Fox y Calderón, a quienes el PRI jamás concedió la gloria de encabezar los cambios, en espera de hacerlos al recuperar el poder nacional, lo que finalmente se hizo posible en 2012 cuando Peña Nieto, aún sin definirse los resultados finales de la campaña presidencial, logró aglutinar en torno suyo tanto a las “izquierdas” como a la “derechas” partidistas mediante el llamado “Pacto por México”; con el que todos los partidos del espectro político se comprometieron a sacar adelante las reformas estructurales exigidas por el neoliberalismo nativo y extranjero.
En consecuencia, ha de entenderse al “Pacto por México”, como la concreción de un golpe de estado blando, que permitió a Peña Nieto alcanzar las dichosas reformas gracias al servilismo de los partidos “opositores” (PRD Y PAN). Pero el Pacto significó también un golpe al espíritu democrático de la Constitución al cancelar, en los hechos, la necesaria existencia de ofertas políticas divergentes representantes de la diversidad de intereses e ideologías que componen a la sociedad mexicana.
Paradójicamente, la desaparición de la diversidad partidista provocó el fortalecimiento del Movimiento de Renovación Nacional de Andrés Manuel López Obrador y su transformación en el partido Morena; convertido en la única opción partidista opuesta a las reformas constitucionales alcanzadas gracias a la política “pactista” del sexenio peñanietista; lo que permitió a Morena y su líder encabezar exitosamente la oposición social a la “santa alianza” PRI-PAN-PRD en 2018, derrotándola en toda la línea mediante un alud de votos que le otorgó; aparte de la Presidencia de la República, la posibilidad de echar atrás contra reformas constitucionales logradas en el sexenio de Peña Nieto.
Así pues, el surgimiento del movimiento anti-neoliberal encabezado por Andrés Manuel López Obrador, han de interpretarse, en el contexto de la historia constitucional de México, como el factor clave en la defensa de la Carta Magna de 1917; destinado a recuperar su contenido originario: garante de los derechos individuales y sociales, protector de la justicia laboral y los derechos humanos, de la industria energética nacional y la educación laica, gratuita y obligatoria entre otros temas fundamentales. A la manera de las viejas repúblicas, tanto AMLO como los integrantes de Morena y los ciudadanos que apoyaron su triunfo, pueden portar con orgullo este 5 de febrero, el lema “Defensor de la Constitución del 17” como distintivo de su triunfo sobre quienes se aplicaron durante 30 años tan denodada como infructuosamente, a terminar con ella.
Aunque la verdad es que dicha batalla aún no concluye.
Y RECUERDEN QUE VIVOS SE LOS LLEVARON Y VIVOS LOS QUEREMOS CON NOSOTROS.